Yoko Ogawa(1962) es una de las autoras más populares de la literatura contemporánea japonesa y, quizá, una de las que mayor diversidad temática ofrece en su obra. Al menos, la que se ha traducido hasta ahora (la editorial Funambulista cuenta con catorce novelas de la autora traducidas en su catálogo). Sus novelas exploran, en general, la psicología humana, desde diversos puntos de vista y con planteamientos dispares. Desde la infancia y las relaciones de los niños con adultos (La fórmula preferida del profesor) o la envidia y la inestabilidad mental (El embarazo de mi hermana) o el resurgir de los recuerdos frente al miedo ante la perspectiva de un inminente final (Lecturas de los rehenes). Temas que tienen al individuo y su relación con el mundo que le rodea como foco principal de sus historias. En Hotel Iris (1996) uno de los principales focos es sin duda es despertar de la sexualidad de una adolescente, a través de una historia en la que la escritora plantea la perversidad como motor de la trama.
En Hotel Iris Yoko Ogawa adopta la mirada de Mari, una adolescente hija de una viuda propietaria de un hotel que entabla una relación con un cliente ocasional del establecimiento, un traductor de ruso que la introducirá en un mundo de sumisión, placer y perversidad. La principal característica de la historia que plantea la escritora no es la relación desigual entre una adulto y una adolescente, o la educación sexual o sentimental que la protagonista, Mari, establece en su tránsito hacia la edad adulta, sino una mirada hacia lo que nos hace disfrutar física y psicológicamente y cómo nos relacionamos y aceptamos con comportamientos que, desde fuera, pueden parecer incomprensibles.
Yoko Ogawa recoge, así, una larga tradición literaria y artística japonesa de lo perverso, lo erótico e incluso lo grotesco, revisándola y recomponiéndola en una historia perturbadora y extraña. La escritora japonesa no explica ni moraliza en ningún momento los pensamientos y la relación de Mari con el traductor, una relación cargada de sumisión y violencia, sino que explora con una cierta mirada de voyeaur el despertar sexual de la protagonista y su aceptación de una faceta de sí misma desconocida hasta ese momento.
La relación entre el traductor y Mari no es la única que refleja violencia y sumisión. Ogawa también traza pinceladas de una relación materno-filial dominada por la falta de amor y el abuso, poniendo el relieve la soledad y el desconcierto de un personaje que se enfrenta a su transición de niña a adulta y a un primer amor inusual con las pocas herramientas emocionales de las que dispone.
Quizá uno de los hallazgos más interesantes y perturbadores de la novela es el juego de contraposiciones que explora en los diferentes personajes y situaciones narrativas que plantea. El traductor y Mari establecen una relación de intimidad que fluye en dos contextos: por un lado, el sexual, dominado por la violencia y la sumisión del sadomasoquismo que ambos aceptan como diálogo sexual válido para los dos, y, por otro, la palpable ternura y comprensión que se observa cuando no están en la intimidad de su habitación.
Hotel Iris es una novela turbia, desconcertante y opresiva, en la que la perversidad y la violencia juegan un papel determinante. Un viaje por un despertar sexual femenino sugerente y inquietante, que provoca en el lector una sensación de incomodidad y angustia.
Yoko Ogawa, Hotel Iris (traducción de Juan Francisco González Sánchez), Madrid, Funambulista, 2015, 254 páginas.