En una isla griega, paraíso donde conviven varios artistas extranjeros que disfrutan de una vida bohemia y desenfada, surge, como si se tratara de un mesías, un enigmático hombre llamado Manolis, que se hará cargo de la comisaría de policía. Su llegada coincide con una serie de asesinatos que perturbarán la tranquila vida de este espacio paradisiaco, trasunto de Hidra, llevando la isla a un estado casi apocalíptico.
Este peculiar punto de partida vertebra la trama de El sonámbulo (Ο υπνοβάτης, 1985), la segunda novela de la escritora griega Margarita Karapanou (1946-2008, hija de la también escritora Margarita Liberaki) que ha recuperado este año para el lector en español la editorial barcelonesa La Fuga ediciones con traducción de Julia Osuna. En ella, Karapanou da rienda suelta a un estilo transgresor, muy libre, onírico y salpicado de referencias bíblicas, en la que los instintos más bajos del ser humano son expuestos como si de una ilustración medieval del apocalipsis se tratara.
El desencadenante aparece en las primeras páginas del libro, con un Dios cansado que decide contemplar la tierra y enviar un mesías a una isla privilegiada. A partir de este inicio desconcertante, no exento de cierto humorismo, Karapanou hace desfilar, con una estructura narrativa asentada en la primera persona (la de Manolis y los artistas Mark, Maggie, Ron, Luca o Plácido), una serie de situaciones carnavalescas.
En este contexto, la escritora griega utiliza su delirante argumento para hablar de temas como el caos motivado por un elemento desestabilizador, el proceso creativo o la soledad. Así, los artistas y escritores protagonistas de la historia, antaño grupo brillante y creativo, son retratados en su degradación moral, presas del alcohol, placeres prohibidos y bloqueos creativos. Porque todos estos personajes, que buscaron en esa isla primigenia y esencial la inspiración, se ven traicionados y abandonados, sin capacidad para volcar su talento.
Leyendo la trama de El sonámbulo parece como si Margarita Karapanou quisiera sugerir que la propia isla rechaza a esos artistas que se han convertido en individuos vulgares y mediocres: «Mientras los demás bebían, lloraban y utilizaban el arte para ocultar otras frustraciones, para él el arte era la última parada, la justificación definitiva para seguir viviendo. Contaminaban la isla con pensamientos extraños que la isla no soportaba, como si la hubieran lastrado con una carga insoportable de la que la isla intentaba en vano librarse.» De este modo, las situaciones en las que se ven envueltos, en muchos momentos rozando lo absurdo, van fluyendo hasta alcanzar el cenit donde el mesías provoca una serie de asesinatos y, finalmente, se desencadena la catarsis entre los artistas, que logran salir de su bloqueo.
El sonámbulo: un artefacto extraño, irreverente y provocador
No obstante, a pesar de lo dicho anteriormente, quien busque en El sonámbulo una trama narrativa detectivesca no va a encontrar grandes intrigas o acciones trepidantes. El matiz está realmente en el estilo y el planteamiento narrativo. Margarita Karapanou se centra en la construcción de personajes, en sus voces y en el desconcierto vital en el que habitan y, de este modo, la riqueza de la novela es que se construye como un crisol de géneros diversos y dispersos (misterio, sátira, teatro del absurdo, narración de realismo mágico), en un intento de romper la propia esencia del género de la novela.
La escritora griega asienta así una narración no lineal que entrecruza las voces de sus personajes dando lugar a un artefacto extraño, irreverente y provocador. Este estilo se sustenta, al igual que en su opera prima Casandra y el lobo, en la fragmentación y en las piezas narrativas ensartadas, en un juego onírico que los propios personajes perciben como real: «A veces -dijo Manolis- siento que toda la isla es un sueño, que todos tenemos en ella un puesto y un papel, intentamos entender el sentido, pero no podemos porque formamos parte de su sueño, quizá seamos incluso sus protagonistas. Puede que incluso, como sonámbulos, caminemos por una isla inexistente, que todos tengamos el mismo sueño a la vez.»
La novela de la escritora griega es ante todo, un juego surrealista que bordea el humorismo. En este sentido, según indica Leticia Cosculluela, editora de La Fuga, El sonámbulo «tiene un estilo tan surrealista que es casi divertido. En ese sentido nos recuerda un poco al estilo de Stanley Elkin, otro de nuestros autores. Nos gusta mucho el surrealismo y el onirismo de la parte de Dios, tan presente en la novela. Además, cuenta con un elemento bastante presente en nuestros libros, un tema al que se recurre bastante en ellas, y es que, cuando las cosas van aparentemente bien, de repente todo se desmorona, sin saber exactamente por qué.» Una propuesta para transitar los meses de verano y perderse en las aventuras enloquecidas de los personajes de Margarita Karapanou.
Margarita Karapanou, El sonámbulo (traducción de Julia Osuna), Barcelona, la Fuga Ediciones, 2023, 203 páginas.
Imagen: Athenian Times