El sexo como resistencia a la opresión y como manifestación de rebeldía. Esta podría ser, en esencia, la columbra vertebral que sostiene La edad de oro (Huangjin shidai, 1992), una de las primeras novelas del escritor Wang Xiaobo (1952-1997) y buen ejemplo de literatura de denuncia del control totalitario del sistema político chino durante la Revolución Cultural (1966-1976). Una historia breve pero llena de lecturas, que sorprende por su frescura y su celebración de la sensualidad y el amor físico como vía de escape y rebelión.
La edad de oro, publicada en español por Galaxia Gutemberg con traducción de Miguel Sala Montoro, tuvo un proceso de gestación de casi dos décadas y es una de las novelas más representativas de su autor. Narra la historia de Wang Er, un joven de veinte años destinado a una brigada de trabajo en la provincia de Yunnan durante los primeros años de la Revolución Cultural. En ese ambiente aislado y monótono conoce a Chen Qingyang, una joven médico con la que inicia una relación adúltera. Para huir de las habladurías y vivir su relación con libertad, se marchan a las montañas (la región de Yunnan es fronteriza con Laos y rica en un entorno montañoso) durante meses. Finalmente deciden volver, pero al hacerlo son obligados a confesar su «delito» y participar en sesiones de acusación pública. Finalizado todo, cada uno regresará a su lugar de origen y no volverán a tener contacto alguno hasta que, pasados veinte años, se encuentran por casualidad en un parque de Pekin y deciden pasar la noche juntos en un hotel, rememorando viejos tiempos y tratando de dar un cierre a su historia de amor.
Amor, libertad y pesimismo en La edad de oro de Wang Xiaobo
La narración de Wang Xiaobo plantea una historia de amor de juventud, sustentada sobre el descubrimiento del sexo y el ansia de libertad, vetada por la cruel represión impuesta por el gobierno de Mao Zedong para eliminar cualquier tipo de disidencia.
Sus protagonistas, Wang y Chen, se entregan a una relación con la que parecen querer decir «podéis controlar nuestros actos y nuestras palabras, pero nunca nuestras pulsiones y deseos«. Y, a pesar de la humillación pública a la que son sometidos, en la que deben confesar una y otra vez lo que hicieron en las montañas, los protagonistas de La edad de oro saben que han vivido los mejores momentos de su juventud, y así se percibe cuando Chen y Wang se reencuentran en Pekin y comparten una noche de hotel juntos (un recurso que nos recuerda a la trama de la novela Tinieblas de un verano, del japonés Takeshi Kaikō). Como dice Wang al inicio de la novela, «Acababa de cumplir veintiún años y me encontraba en la edad de oro de mi vida. Tenía grandes esperanzas. Deseaba amar, disfrutar y convertirme de repente en una de esas nubes medio iluminadas y medio en sombra. Más tarde comprendí que la vida consistía simplemente en recibir golpes, hacerse viejo y perder poco a poco las esperanzas, igual que los búfalos capados a martillazos.» No es menos pesimista la mirada de Chen cuando el narrador confiesa que «según Chen Qingyang, la vida consistía en ser destruido poco a poco, y sólo cuando se comprendía esa verdad era posible enfrentarse al mundo en paz.»
En este sentido, La edad de oro plantea no sólo una mirada irónica hacia la utopía maoísta o una denuncia del puritanismo y ansia de control sobre los cuerpos y las mentes de los individuos, sino también un canto hacia los años de la juventud en los que se produce el descubrimiento del sexo y del amor, así como la lucha por la libertad y la búsqueda del propio camino. De la vida en su plenitud, en definitiva.
A pesar de su estilo aparentemente sencillo, con ciertos toques de humor, articulado por la narración en primera persona de Wang, La edad de oro es una novela con un tono emocional y nostálgico que, más allá del sustrato crítico hacia el daño ocasionado en los individuos por parte de la maquinaria del movimiento maoísta, transmite un canto a la inocencia de los primeros impulsos. Y, al mismo tiempo, inunda sus páginas una mirada un tanto pesimista y derrotada encarnada en unos protagonistas que no pueden sostener su huida y deciden regresar y «someterse a la implacable sociedad». Una pequeña joya muy recomendable.
Wang Xiaobo, La edad de oro (traducción y epílogo de Miguel Sala Montoro), Barcelona, Galaxia Gutemberg, 132 páginas.
Imagen de portada: Recuerdo de juventud núm. 4-Volviendo a casa…, de Liu Komgxi, 2006.