A finales de los años sesenta dos antiguos amantes se reencuentras tras diez años de haber roto su relación. Los dos viven en el extranjero, ajenos a su país natal. Juntos viajan a Alemania con la incertidumbre de si ese encuentro servirá para retomar su vida en común o para escapar durante unas semanas de la monotonía y apatía que domina sus vidas.
Él es un escritor dominado por la indolencia, la indiferencia y la búsqueda del placer. Reportero y escritor, ha vivido la guerra en el extranjero y sus experiencias no han hecho de él más que un hombre aletargado, una especie de Oblómov (el personaje de Iván Goncharov que pasaba su existencia dormitando en su cama) que mira la vida pasar desde su asumida indolencia. Ella, por su parte, tras pasar por los más diversos trabajos (mecanógrafa, vendedora de cigarrillos, entre otros), está finalizando su doctorado en una universidad alemana y guarda la esperanza de emprender una carrera académica lejos de Japón. Los dos vivirán un verano en el que se entregarán al sexo y a las confidencias, recordando viejos tiempos y compartiendo la incertidumbre por lo que el porvenir les deparará.
Han pasado diez años y ninguno es el mismo. Aún queda la memoria de los cuerpos, pero sus recorridos vitales han hecho mella en ellos. Él es más indolente, insensible y se deja llevar por una vida que ya no le colma. El desasosiego y la confusión es parte de su mirada hacia la vida. Ella trata de aferrarse a la esperanza y reconciliarse con un país, Japón, que hace diez años le falló.
La sencillez del argumento esconde una mirada hacia la alienación, al mismo tiempo que una reflexión sobre las relaciones amorosas y sobre el desconcierto y la apatía que puede dominar a los seres humanos
No es fácil entrar en una novela como Tinieblas de un verano (Shinchōsha, 1971). La sencillez del argumento esconde una mirada hacia la alienación, al mismo tiempo que una reflexión sobre las relaciones amorosas y sobre el desconcierto y la apatía que puede dominar a los seres humanos.
En cierta medida, la novela de Takeshi Kaikō (1930-1989) es incómoda, tiene la textura pegajosa del sudor que provoca la humedad asfixiante del verano que viven los protagonistas. Quizá contribuya a ello la construcción de los personajes y la relación que se establece entre ambos. La narración con la que Takeshi Kaikō compone Tinieblas de un verano es tan agobiante y desesperanzadora como las existencias de sus protagonistas. Protagonistas, que, como apunta Alexander Páez en El peso del aire, son un tanto irreales, con los que es complicado sentirse identificado o empatizar.
A pesar de ello, la escenografía teatral de la novela de Takeshi Kaikō, en la que dos personajes hablan y se aman en busca de un sentido en la deriva de sus vidas, permite concentrar al máximo la atmósfera de una historia de amores teñidos de existencialismo, incertidumbre, y alienación de dos japoneses en el contexto de Europa. Sensual y sexual, la historia de Takeshi Kaikō busca aportar trascendencia y peso a una novela en la que cuesta entrar pero que resulta indispensable para conocer a uno de los autores más influyentes de la literatura japonesa, ahora (por fin) a nuestro alcance gracias a la traducción de Gustavo Pita Céspedes para la edición de Sexto piso.
Takeshi Kaikō, Tinieblas de un verano (traducción de Gustavo Pita Céspedes), Madrid, Sexto Piso, 2017, 267 páginas.Ilustración de portada: Harriet Lee-Merrion.