No nos dejemos engañar por el título del libro. En Hôzuki, la librería de Mitsuko, de la escritora franco-canadiense Aki Shimazaki (1954), la protagonista no es la librería a la que se refiere, aunque su papel sea importante. Tampoco lo son los lectores o los propios libros, si bien forman parte de la trama como palanca y motor de las relaciones de los personajes. En esta sugerente y preciosa novela los secretos, la maternidad y los individuos que pueden ser considerados como «inadaptados» son el epicentro de una historia sobre el poder de las palabras, de aquello que se dice, pero, sobre todo, de todo lo que se calla.
Hôzuki, la librería de Mitsuko: secretos, maternidad y mujeres
Hôzuki, la librería de Mitsuko (2015, publicado por Nórdica Libros en 2017), está narrada desde el punto de vista de Mitsuko, una mujer treinteañera propietaria de una pequeña librería especializada en libros de filosofía, donde trabaja y vive con su madre y su hijo Tarô, mestizo y sordomudo. Su vida transcurre rodeada de libros durante el día, en una existencia plácida y tranquila, aunque los fines de semana Mitsuko oculta un secreto: trabaja como camarera en un bar de alterne para sacar su negocio a flote. Cuando un día aparece una acaudalada mujer, la señora Sato, en busca de libros para su marido diplomático, se abrirán las puertas hacia los recuerdos y el pasado, poniendo en peligro la tranquila existencia de Mitsuko.
Hôzuki, la librería de Mitsuko es una novela que, como muchas de las de la escritora franco-japonesa (Tonbo, El quinteto de Nagasaki), opera a través de la sugerencia y el desvelamiento. En las historias de Shimazaki importa más el pasado que lo que se está narrando del presente, ya que es en el recuerdo y la memoria donde el lector puede extraer los elementos necesarios para comprender y enriquecer a sus personajes. Es ahí ronde radica la belleza de Hôzuki, la librería de Mitsuko, en su capacidad de sugerencia y en el trabajo de ir desvelando poco a poco el pasado y las motivaciones de sus personajes.
Por otro lado, otro de los temas principales de la historia de Mitsuko es su mirada hacia la maternidad (en este caso, dos maneras aparentemente antagónicas de ser madre) y los dos modelos femeninos que plantea, también antagónicos.
Mitsuko y la señora Sato son, a priori, dos formas muy distintas de ser mujer y madre, aunque Aki Shimazaki parece querer utilizar esta supuesta diversidad para mostrar el trato similar que la sociedad aplica a ambas: ninguna de las dos lo ha tenido fácil siendo madre, y ninguna tiene toda la libertad que se supone que debe estar disfrutando.
La representación de la modernidad y la (supuesta) independencia frente al conservadurismo y las tradiciones que encarnan Mitsuko y la señora Sato, respectivamente, permiten ofrecer a Shimazaki un retrato femenino basado en la contraposición y la diferencia que sugiere con precisión que da igual del lado en que se esté: la sociedad patriarcal siempre se lo pondrá difícil a las mujeres, tanto por el hecho de serlo como por su decisión (voluntaria o impuesta) de ser madre.
Las novelas de Aki Shimazaki se construyen con títulos que juegan a la evocación y la sugerencia, siempre ligados a flores, animales o insectos cargados de simbolismo. En este caso, ‘hôzuki‘ es la palabra que nomina una apreciada flor muy utilizada en el ikebana, que simboliza la mentira, aunque también puede leerse como ‘kitô‘, el verdadero nombre de la librería de la protagonista. Ese ‘hôzuki‘ del título, ligado al secreto y a la mentira, se convierte así en un perfecto símbolo de la novela, una hermosa historia sobre los secretos, el silencio y las palabras.
Aki Shimazaki, Hôzuki, la librería de Mitsuko (traducción de Íñigo Jáuregui), Madrid, Nórdica libros, 2017, 138 páginas.