La primera vez que supe de Steve Earle fue gracias a «The Wire«, la gran serie de la HBO en la que interpretaba a un exdrogadicto que acompañaba al personaje de Bubbles en su difícil camino hacia la superación de su adicción y, sobre todo, de su sentimiento de culpa. Poco después lo volví a descubrir en la maravillosa «Treme«, otra serie de la televisión por cable norteamericana en la que se convertía en un músico callejero que, al igual que en «The Wire», ejercía de mentor y maestro de otro personaje.
Sabía que Steve Earle (Hampton, Virginia, 1955) es, ante todo, un reconocido cantautor y activista político con una larga trayectoria en la música rock y country. Lo que ignoraba es que el cantante también se encuentra cómodo con la literatura. Y que lo hace muy bien. Cuando hace poco descubrí en la mesa de novedades de una librería en la que curioseaba nuevos títulos No saldré vivo de este mundo (I’ll never get out of this world alive, 2011), no me lo pensé y me lancé a su lectura.
Steve Earle es uno de esos músicos que, como Patti Smith o Bob Dylan, también utiliza la literatura para expresar sus mundos personales. No saldré vivo de este mundo no es su primera incursión en la narrativa, ya que diez años antes compuso el conjunto de relatos Rosas de redención (Doghouse Roses, 2001), donde ya anticipó temas que en encuentran en No saldré vivo de este mundo y en muchas de sus letras de canciones.
La novela que se publica ahora en España de la mano de El Aleph Editores y traducida por Javier Calvo, narra la historia de Doc, un médico yonqui adicto a la heroína que malvive atendiendo a delincuentes y practicando abortos ilegales. Con él vive en su apartamento de un barrio marginal de San Antonio (Texas) el fantasma del cantante de country Hank Williams, quien, como una especie de voz de la conciencia desvirtuada, le acompaña en su lúgubre trabajo y en sus chutes. Cuando un día recibe la visita Graciela, una joven inmigrante mexicana que necesita de sus servicios, la vida de los personajes cambia. De pronto, comienzan a ocurrir «milagros» y todo aquel que entra en contacto con Doc y Graciela sale de su consulta transformado, despertando el interés y el recelo del oscuro párroco del barrio, el padre Killen.
El desamparo según Steve Earle
No saldré vivo de este mundo articula su estructura narrativa en torno a mundos antitéticos (lo real y lo onírico, lo religioso y lo mágico, la bondad y la maldad…) y a personajes complejos y definidos que se convierten en piezas fundamentales para construir la historia y la identidad de la novela. Steve Earle recurre a una estructura lineal muy sencilla que se cimienta en las vicisitudes del trío protagonista (Hank-Doc-Graciela), alrededor del cual gravita el grupo de personajes que habita la avenida de South Presa, «un mundo de sombras incluso a plena luz del día«. Esas sombras son los personajes marginales que pueblan el barrio y que Steve Earle retrata con cariño destacando su humanidad.
Precisamente, una de las principales bazas de la escritura y estilo de Steve Earle es la verdad y la humanidad que impregnan las voces de su texto. Sus criaturas son creíbles y el tratamiento de la adicción del protagonista y su personal infierno es veraz. Earle fue, como el Doc de No saldré vivo de este mundo y el Walon de «The Wire», adicto a las drogas, y su calvario y redención están en ambos personajes.
También lo está un cierto desamparo que recorre la arteria principal de la historia. Y es que, si algo caracteriza a los personajes de No saldré vivo de este mundo es su desamparo. Los protagonistas de la novela no están solos, sino desamparados, como el propio personaje de Hank reconoce con respecto a Doc:
El desamparo no tiene nada que ver con ello. Es algo incurable. Terminal. Un agujero en tu corazón tan grande que podría cruzarlo un camión con remolque. Tan grande y profundo que ni todo el dinero ni el whisky ni las tías ni la droga de todo el puñetero mundo pueden llenarlo porque lo has abierto tú mismo…
Pese a este desamparo, Steve Earle rehuye del dramatismo y juega con una prosa sobria y, a la vez, lírica y simbólica, capaz de pasar de la crudeza de los chutes de Doc a la ingenuidad poética de Graciela. El escritor tampoco renuncia a una fina denuncia de la hipocresía de la jerarquía eclesiástica, exponiendo en su narración el oportunismo de la Iglesia y el sutil control que ejerce sobre las mentes de los feligreses.
En definitiva, Earle construye una narración muy bien escrita que transmite verdad. Y, cuando pilla desprevenido al lector, deja unos cuantos momentos de un lírismo desconcertante. Hermosa, triste y fatal, merece la pena leerla. ¿Por qué no con el «Goodbye» del Steve Earle cantante de fondo?
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Ficha bibliográfica
Steve Earle, No saldré vivo de este mundo (traducción de Javier Calvo), Barcelona, El Aleph, 2012, 271 páginas.
La imagen de Steve Earle la encontré en el blog Cover Lay Down. No saldré vivo de este mundo también es el título de un disco de Steve Earle y el título de una canción de Hank Williams.