¿Puede la literatura ayudar a traer al presente fantasmas pasados y permitir un enfrentamiento «cara a cara» entre el autor y su experiencia vital que devenga en una obra «purificadora» y, a la vez, literaria? Largo viaje hacia la noche (Long Day’s Journey into Night, 1941) del norteamericano Eugene O’Neill (1888-1953), es un ejemplo clásico del poder que tiene la palabra como «exorcista» de una realidad pasada y presente, de la posibilidad de que la literatura se convierta en un «ajuste de cuentas» liberador y enriquecedor.
La historia que se articula en esta pieza teatral se centra en un maduro matrimonio, los Tyrone, él un célebre actor de teatro, ella una ama de casa con problemas de salud, y sus dos hijos, Jamie y Edmund. La trama se inicia en la residencia de verano de los Tyrone, una luminosa mañana de agosto en la que los miembros de la familia conversan, desayunan juntos y, como se irá viendo a lo largo de la obra, esconden (en vano) sus problemas. Poco a poco, según transcurre el día, O’Neill juega con la luz y sumerge a sus personajes en un lento, doloroso y largo viaje hacia la noche, hacia la oscuridad que representa la verdadera condición de los Tyrone.
La lectura de Largo viaje hacia la noche nos sumerge en la propia familia del autor. Su padre y su hermano tuvieron ambos una desmedida y destructiva afición por la bebida. Su madre, tras darle a luz, se hizo adicta a la morfina. El propio O’Neill tuvo problemas con la bebida y sufrió tuberculosis.
El poder de esta obra se centra en la potencia de la palabra y en el interesante juego técnico con las luces y ciertos elemento de índole simbólica. La palabra rebota de un personaje a otro como si fuera una pelota; así, los enfrentamientos dialécticos y reproches se suceden entre los cuatro miembros de la familia, que saben pero no quieren afrontar la problemática realidad que los envuelve.
El descenso a los particulares infiernos de los Tyrone / O’Neill se subraya con el transcurrir del día y las posibilidades simbólicas de su luz: de la alegre y brillante luz de la mañana a la lánguida penumbra de la tarde y la final oscuridad que «desenmascara» a los personajes exponiendo sus demonios y debilidades. Y, de fondo, la niebla y el sonido de una sirena que pone las pausas en el recorrido dramático de la obra.
O’Neill expone con descarnado naturalismo las debilidades de su familia, las diversas adicciones que actuaban como «paraísos artificiales» para escapar a sus problemas. La trama, lineal e imparable, no enmascara ningún detalle de la vida real de Eugene O’Neill; cambian los nombres, pero en cada uno de los parlamentos de los personajes hay una huella real, un dato biográfico, una seña de identidad de sus propios familiares.
Largo viaje hacia la noche es un drama que traduce el drama del autor. La introspección y análisis de la propia condición vestida de literatura.
Ficha bibliográfica
Eugene O’Neill, Largo viaje hacia la noche, Madrid, Cátedra, 2008, 217 páginas.
La imagen Eugene O’Neill, su mujer e hija en Cape Cod es del archivo del New York Times y se encuentra en Wikimedia Commons