Do New York… the first hand account is precious«.
(Dedícate a Nueva York… la experiencia propia es lo más precioso).
Éste es el consejo que Henry James dio, con acierto, a su amiga y discípula Edith Wharton (1862-1937) tras leer sus primeros libros. Con esta premisa, la escritora norteamericana reflejó en sus novelas lo que mejor conocía: el ambiente y sociedad de la Nueva York de finales del siglo XIX y principios del XX. Un mundo que, pese a su pátina de superficialidad y férreos códigos de conducta, aglutinaba un interesante espectro de comportamientos humanos que Wharton supo dibujar con gran maestría en sus textos.
La casa de la alegría (The House of Mirth, 1905) es una buena muestra del estilo y preocupaciones de la escritora neoyorquina. Se trata de una historia que se centra en la alta sociedad de patricios del nuevo mundo, inmersa en una compleja red de apariencias, disimulo, envidias e intereses. Un pequeño universo que la escritora diseccionó con desapasionamiento y mucha ironía, siguiendo la estela de Jean Austen.
La novela narra la historia de Lily Bart, una joven de la alta sociedad neoyorquina venida a menos. La protagonista, acuciada por las estrecheces de una renta exigua y posteriores deudas, se niega a abandonar un mundo para el que ha sido educada, pero del que cada vez le es más difícil disfrutar por motivos económicos y por su manera de vivir y pensar independiente.
El problema estriba en que Lily es incapaz tanto de llevar a cabo un matrimonio de conveniencia que le asegure su lugar en esa sociedad, como de abandonarla casándose con Lawrence Selden, un joven abogado que debe trabajar para vivir y que no desea participar del universo social que Lily aprecia como una parte de sí misma.
El estilo de Edith Wharton en La casa de la alegría
La casa de la alegría destaca por una serie de rasgos característicos de la prosa de Wharton, siendo un claro ejemplo de su novelística y personalidad.
En primer lugar, explora el mundo de lo sugerido y los silencios. Muy al modo de Henry James, el tempo es moroso, lento, transcurre sustancialmente en los pensamientos de su protagonista. Así, lo interesante no sucede en el exterior, sino en el interior de Lily Bart. Sus esperanzas, dudas y vivencias para no ser expulsada de la “casa de la alegría” que representa la sociedad neoyorquina son, por tanto, el eje central de la novela.
En segundo lugar, la ironía y la sutil crítica a una sociedad concreta. Como ya hemos apuntado, la escritora es heredera de las novelas de la inglesa Jean Austen, en cuanto a tono y crítica. Pero mientras que Austen se centraba en la burguesía de provincias, Wharton lo hace en la aristocracia neoyorquina. Y lo hace plasmando todas sus debilidades y puntos oscuros. En definitiva, supo dibujar un escenario de títeres movidos por los hilos de las costumbres, el “buen tono” y el comportamiento moral “adecuado” al sexo de los personajes.
Por último, la construcción de los personajes, en concreto de su protagonista, es compleja y rica. Lily Bart es, en mi opinión, una de las construcciones más interesantes de la literatura anglosajona. Bart se mueve en un mundo de contradicciones opuestas a su personalidad. De gran belleza, inteligencia y aptitudes artísticas, no consigue desarrollar sus potenciales principalmente por las limitaciones que la sociedad del XIX imponía a la mujer. Pero no olvidemos que Lily Bart es un “producto” de esa sociedad y que fuera de ella no puede subsistir. Ha sido educada, como ella misma reflexiona y asume, para ser un bonito adorno en las reuniones sociales, una mujer bella con una conversación ingeniosa. El personaje emparenta así con la Nora de Casa de Muñecas de Ibsen, aunque le falta la determinación para abandonar esa “casa” (es interesante la coincidencia del concepto de “casa” como lugar de encierro para la mujer) y romper con su destino. No es más que un infantil objeto de belleza y diversión sin recursos para sobrevivir a la expulsión de la sociedad. Y ése será precisamente el hecho que precipite su final.
Descenso a través de las casas
A lo largo de La casa de la alegría cobran especial importancia las casas. El progresivo descenso de Lily Bart viene acompañado de su paso por diversas casas y habitaciones representativas de la “casa de la alegría”. Del mismo modo que la situación económica de Lily se va haciendo cada vez más difícil, las viviendas en las que habita se van haciendo cada vez más pequeñas, lóbregas y desesperanzadoras.
Las casas son, en esta novela, ejemplo y símbolo. Muestran el carácter y los sentimientos de sus moradores. Desde la cálida y burguesa casa de Selden a la luminosa casa de campo de los adinerados y aristócratas Trenor. Desde la antigua y estricta casa de la tía de Lily hasta la triste habitación en la pensión en la que termina viviendo al final de la novela.
Ficha bibliográfica
Edith Wharton, La casa de la alegría (The House of Mirth, 1905), Barcelona, Alba, 2008. 392 páginas.
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