El pasado mes de febrero fallecía el dibujante de manga Jiro Taniguchi (1947-2017) dejando a sus seguidores huérfanos de sus historias protagonizadas por individuos solitarios que caminan por un paisaje interior y exterior, en una propuesta preciosista basada en el detalle y el poder sanador de la mirada.
Se ha dicho de él que fue uno de los maestros del manga para adultos, género en el que el autor japonés exhibía un virtuoso deleite por el paisaje insípido. Insípido en lo que éste tiene de cotidiano, de anodino, pero que en manos de Taniguchi adquiere un carácter mucho más grandioso y sugerente. Una de sus últimas obras fue, precisamente, un canto al deleite visual, a la mirada hacia la ciudad y hacia el pasado del individuo que caracteriza otras obras del japonés como Barrio Lejano, El almanaque de mi padre, Furari, El caminante o El gourmet solitario. Hablamos de Venecia (2014), un volumen ilustrado en el que Jiro Taniguchi demuestra su poderío con el trazo detallista tomando como inspiración la ciudad italiana de Venecia.
Venecia es un texto en el que sobran las palabras. El poder narrativo reside en la imagen, pero, al mismo tiempo, la belleza y la intrahistoria de los edificios y paisajes venecianos consigue construir una narración que va más allá de la historia del protagonista. Una historia, por cierto, que se constituye con apenas un esqueleto argumental: el protagonista es un pintor que, tras la muerte de su abuela, encuentra entre sus pertenencias una caja lacada con algunas postales dibujadas y viejas fotografías, en las que aparece su abuela y su madre, por aquel entonces una niña. El narrador recuerda que su abuelo vivió y pintó Venecia, dando lugar a un viaje que el relatará esa estancia y la suya propia a modo de cuaderno visual.
De este modo, Jiro Taniguchi presenta una serie de imágenes y semblanzas de la Venecia que figura en el imaginario colectivo de los lectores, repleta de palacios, canales y calles solitarias. No faltan la plaza y catedral de San Marcos, la playa del Lido o el Gran Canal, pero Taniguchi tampoco desdeña otros espacios más prosaicos como los de una habitación de una vivienda veneciana, detalles escultóricos de las calles, el reflejo del sol en el agua veneciana o escenas costumbristas como dos ancianos paseando cogidos del brazo. Venecia es, en definitiva, una crónica visual de los rincones de la ciudad italiana, por los que el protagonista deambula en busca del recuerdo de su abuelo, en una reconstrucción familiar habitual en la obra de Taniguchi.
La obra fue un encargo de la marca de moda y complementos francesa Louis Vuitton, quien pidió a una serie de artistas internacionales que realizaran un cuaderno de viaje de grandes urbes como Nueva York, Londres o París. En el caso de Jiro Taniguchi, su manera de trazar los paisajes venecianos es precisa y detallista, inundada de color y luz exaltada y, al mismo tiempo, con una pátina de recuerdo y nostalgia. Estampas íntimas que dotan a la arquitectura de la ciudad veneciana de un halo brumoso y sugerente donde el tiempo se detiene y la mirada se deleita con el virtuosismo del mangaka japonés.
Venecia es un texto que prescinde de la acción y que, enhebrada con un fino hilo argumental, cristaliza en un tiempo detenido como si de un insecto dentro de un ámbar se tratase. Recuerdo, soledad o familia son algunos de los temas recurrentes en la obra de Jiro Taniguchi, presentes en esta Venecia que cobra protagonismo por sí misma en su evocadora cotidianidad. Un luminoso y preciosista ejemplo del mejor Taniguchi.
En este vídeo el sensei explicaba cómo fue el proceso de creación del libro.
Jiro Taniguchi, Venecia (traducción de Carolina Smith de la Fuente), Tarragona, Ponent Mon, 2017, 128 páginas.