La mujer de la falda violeta se sienta todos los días a comer un bollo de crema en el parque. Vive sola, su edad es indefinida y en el vecindario no se sabe mucho de ella. Los niños juegan a tomarle el pelo y su vida transcurre solitaria entre trabajos temporales y periodos de desempleo. Todo esto lo sabemos porque hay alguien que la observa, que vive intrigada por sus secretos. De su obsesión nace un relato pormenorizado de sus movimientos, al principio distantes y, posteriormente, mucho más directos. Con estas mimbres la joven escritora Natsuko Imamura (1980) traza en La mujer de la falda violera una historia sobre la obsesión, la envidia o la invisibilidad de las mujeres en la sociedad japonesa. Una extravagante historia, merecedora del prestigioso premio Akutagawa en 2019, que consigue atrapar desde las primeras páginas, aunque va perdiendo pulso en su recta final.
Espiando la cotidianidad
La mujer de la falda violeta es una novela ágil, de trama lineal y sencilla que coloca al lector en el mismo plano que su narradora, la voz invisible de la que conoceremos como «la mujer de la chaqueta amarilla». Vecina de la protagonista, la narradora observa impúdicamente la vida y relaciones de la mujer, pasando a de la curiosidad inicial a la obsesión.
En este sentido, quizá lo más interesante de la novela de Natsuko Imamura es ese punto de vista narrativo, en el que la narradora observa a la «narrada» de una manera aparentemente neutra, dotando a la mujer de la falda violeta de un halo enigmático y lleno de misterio conforme vamos conociendo más detalles sobre su día a día. Así, las existencias de estas dos mujeres, casi invisibles y atenazadas por la soledad, adquieren en la novela un prisma distinto, aportándoles interés y atractivo. Un interés que llega al conocer la vida íntima de la protagonista, sus pequeños dramas e intrigas que ofrecen su cara más humana y mundana.
Imamura, de este modo, sitúa su mirada en la cotidianidad de la vida de unas mujeres de clase trabajadora, buscando jugar a romper su invisibilidad y dotándolas de un atractivo procedente de sus pequeños dramas. En este sentido, la novela emparenta con otras historias de corte similar como La dependienta (Convenience Store Woman), si bien la novela de Sayaka Murata era un tanto más ambiciosa en su crítica hacia la posición de la mujer en la sociedad japonesa, la precarización del trabajo y la obsesión por el éxito y encajar en los estereotipos.
A pesar de ello, La mujer de la falda violeta es una novela entretenida, sin demasiadas pretensiones, que se lee como el divertimento que es. Un estudio de caracteres que se basa en una trama extravagante, aunque salpicada de momentos de humor, perfecta para aquellos que no puedan evitar curiosear en las vidas ajenas.
Natsuko Imamura, La mujer de la falda violeta (traducción de Juan Francisco González Sánchez), Barcelona, Duomo ediciones, 2020, 185 páginas.