Calma frente al caos. Silencio frente al ruido. Introspección frente a una vida acelerada y llena de estímulos. La periodista y escritora escocesa Amy Liptrot propone universos contrapuestos para narrarnos, en el proceso de trasvase de un mundo a otro, su experiencia vital en un evocador y peculiar libro de memorias que nos lleva a un viaje interior desde las alejadas islas Orcadas hasta la frenética Londres. Se trata de En islas extremas (The Outrun, 2016), publicado por Volcano Libros con traducción de María Fernández Ruíz, un viaje de ida y vuelta en la que la escritora cuenta, sin adornos, su descenso hacia el alcoholismo y su progresiva recuperación gracias a un proceso personal de instrospección en el que su tierra natal ejerce un revulsivo para volver a reencontrarse consigo misma.
En islas extremas Amy Liptrot narra (se narra) la historia de una búsqueda de la identidad y de un lugar en el mundo «a la inversa». Amy es una joven de padres ingleses que han decidido dedicarse al campo en las islas Orcadas, un hermoso aunque inhóspito lugar al norte de Escocia. Con apenas veinte años, cansada de la aislada y monótona vida en las islas y con muchas ilusiones, se muda a Londres. Su deseo de triunfar en el mundo editorial se ve de bruces con la realidad: años de trabajos precarios, pisos insalubres y noches bebiendo y drogándose hasta perder el conocimiento (la escritora escocesa lo relata con una concisión insoslayable: «bebía más de lo que comía«). Un total de diez años que consumen su juventud y la llevan a vivir una vida descontrolada y autónoma. Pero, en un momento dado, Amy decide parar. Algo se ha roto en ella y acude a alcohólicos anónimos. Busca un cambio. Se busca a sí misma. Necesita parar y reconstruirse y en esa ciudad en la que ha vivido al límite sabe que no lo logrará. Por eso, decide volver a las Orcadas y retomar en la medida de lo posible el control de su vida, no sin antes realizar un ajuste de cuentas consigo misma que se convertirá en el hermoso libro que supone En islas extremas.
Las memorias de Liptrot son una confesión de una adicción, de una persona que se enfrenta a sus problemas con la honestidad del que sabe que el camino será complicado: «Estoy aprendiendo a reconocer y saborear la libertad: la libertad de un lugar, la libertad de escapar de la compulsión nociva. Estoy llenando el vacío con conocimientos e instantes de belleza. Seguiré teniendo pensamientos peligrosos -y en estos momentos tengo la impresión de que se quedarán conmigo para siempre-, pero solo tengo que esperar a que el deseo compulsivo pase rápidamente.» Y lo hace con la misma dureza del paisaje que la rodea, sin ocultar nada. Sólo su verdad, escarbando en sus recuerdos y en sus razones .
En islas extremas es confesión, en efecto, y en ocasiones una mirada cruda sobre el dolor. Así, Amy Liptrot narra su proceso de recuperación, pero también muestra las heridas infligidas y el reconocimiento de que el dolor es una compañía que ha tenido que incorporar a su vida: «mi corazón es una herida abierta y me pregunto si el dolor dejará de seguir aflorando una y otra vez. No puedo alisar la falla. En estos momentos el alcohol se plantea como una solución. «Dejar de beber» no es el instante en que todo mejora sino que supone un proceso lento y constante de reconstrucción con tentaciones, sacudidas y tropiezos periódicos.«
Tan interesante como ese proceso de (re)conocimiento que nos describe en las páginas de En islas extremas es la mirada hacia la Naturaleza benefactora (aunque intensa y dura) que retrata en su historia personal, donde el viento, el frío o el mar son pilares fundamentales de su identidad. Una Naturaleza que cincela la esencia de las islas Orcadas y, en parte, su manera de ser. En este sentido, la prosa de Liptrot se recrea en la Naturaleza en todas sus dimensiones, desde la visual hasta la sensorial. Por ejemplo, los sonidos del mar («Suena diferente según la costa en la que te encuentres. Al este, donde el mar del Norte llega a la playa, se oye un choque chisporroteante; sin embargo, al oeste, donde el Atlántico golpea contra las rocas y los acantilados, resuena un estruendo tempestuoso. Los océanos y el litoral crean una perenne armonía cambiante, la música de fondo de la vida en Papay.«), o incluso elementos como el viento, que tienen su profunda belleza («A mí, como crecí con el viento, me encanta. Me entusiasma como a los terneros en el campo, juguetones en la tempestad. Me da energía, como el fuego.«)
Leer este libro es adentrarse en un paisaje extremo como lo ha sido la propia experiencia de su autora. Amy Liptrot compone su opera prima con honestidad y transparencia, ofreciendo un retrato de sí misma a través del paisaje de las islas donde habita. No aislada sino conectada con el mundo y consigo misma. Recuperando el control sobre sí misma a través de la calma, el frío y el viento. Para aquellos que busquen literatura emocional y rocosa.
Amy Liptrot, En islas extremas (traducción de María Fernández Ruiz), Madrid, Volcano Libros, 2017, 272 páginas.