La palabra como testimonio. Como manera de explicar una realidad. Pero también como exorcismo. Como expiación o, al menos, como espejo al que mirarnos y que nos pone frente a frente a las verdades. La palabra como curación, tal vez. Pero siempre palabra.
El escritor irlandés Colm Tóibín (1955) sabe de su importancia, y la utiliza a través de un monólogo, de un torrente de palabras que salen de un personaje que no es suyo pero que, al darle voz, lo hace suyo. Éste no es otro que la figura de María de Nazaret, que en El testamento de María (The Testament of Mary, 2012), se convierte en individuo. Tóibín decide bajar del pedestal a todos los personajes sacralizados y les devuelve la dimensión humana que perdieron, valiéndose para ello de la construcción de la palabra.
Si los seguidores de Cristo utilizaron la palabra testimonial para crear una historia, el narrador irlandés decide hacer lo propio con un personaje silenciado y relegado a un simple papel de madre, mujer o hija. En este sentido, para Colm Tóibín «se suponía que la historia de María era muy blanda, muy conocida, casi infantil y que se reducía a que había sido una buena madre», pero lo realmente interesante de ella era su figura veinte años después de la muerte de su hijo.
En este recorrido por los recuerdos de María, que deja testimonio de lo que ella vivió, no hay hagiografía ni piedad. Todos sus personajes cometen algún tipo de pecado, ya sea soberbia y ansia de poder (la de Jesús y sus seguidores), cobardía (la de la propia María, que escapa por miedo a ser apresada) u odio (la de la multitud que pide la muerte y la tortura del reo), como la impasividad y la injusticia (la de Pilatos, que aún comprendiendo que el castigo no es justo no hace nada para absolver al reo). Precisamente por esto, los personajes de Colm Tóibín son profundamente humanos, capaces de sentir emociones que los alejan del halo divino con el que la historia y los relatos bíblicos les han despojado de su humanidad.
Efectivamente, la mirada de Colm Tóibín muestra al hombre, no al dios, y como tal lo retrata la María protagonista, que recuerda en numerosas ocasiones la condición humana de su hijo, perpleja ante el endiosamiento que percibe en él y en sus seguidores: «Y el tiempo creó al hombre que se sentó a mi lado en el banquete de Caná, el hombre que no me tenía en cuenta, que no escuchaba a nadie, un hombre lleno de poder, un poder que no guardaba recuerdo de los años anteriores, cuando él necesitaba que mi pecho le diera leche, que mi mano lo ayudara a sentirse seguro cuando aprendía a andar y que mi voz lo sosegara hasta que se dormía.»
Además de dar voz a un personaje silenciado. Colm Tóibín decide reconstruir los acontecimientos con una veracidad no exenta de horror. La visión que la María de Tóibín transmite del ajusticiamiento y muerte de Jesús es la de una terrorífica escenificación de una historia orquestada para lograr una trascendencia. El relato de la muerte de su hijo está llena de sangre y sadismo, para concluir que ese sacrificio fue inútil. «Advertí que la multitud estaba sedienta de sangre. Se veía en los rostros, en las mandíbulas apretadas y en el brillo de excitación en los ojos. (…) Solo les satisfacía un acto despiadado, ahora que se les había dado permiso para desearlo. Habían dejado de ser una multitud a la que se había ordenado todo lo que debía hacer para convertirse en una turba en busca de una satisfacción total que solo obtendrían con alaridos de dolor, carne desgarrada y huesos quebrados.»
Pero, quizá el aspecto más interesante de El testamento de María sea el retrato del sentido de culpa que imagina para la madre de Cristo. El largo monólogo de la madre no sólo gravita en torno al dolor ante la muerte de un hijo, sino también en torno a la culpa sentida al abandonarlo en ese momento. Colm Tóibín plantea el hecho de que María no recogiera el cuerpo de su hijo al ser bajado de la cruz, ya que huyó ante tanto sufrimiento y, sobre todo, ante el miedo a ser apresada por los acontecimientos ocurridos alrededor de su hijo.
El testamento de María es un ejercicio donde la palabra, más que la historia, es la protagonista. Palabras que además de narrar trasmiten poesía, voz y cuerpo al personaje de María de Nazaret. No es de extrañar que la obra haya sido representada en teatro en el Reino Unido con la actriz Fiona Shaw de protagonista y que en España se estrene este mes de noviembre la versión en español con Blanca Portillo. Al margen de cualquier creencia religiosa, es una novela hermosa e impactante, más allá de la historia que recrea. Es una novela de palabra, de construcción y de voz.
Referencias
Colm Tóibín, El testamento de María (traducción de Enrique Juncosa), Barcelona, Lumen, 2014, 126 páginas.
La imagen de portada está tomada de la edición de Lumen, de la obra La Anunciación de Antonello da Messina (1475). La imagen de Colm Tóibín está tomada de Wikimedia Commons.