No extraña que en la literatura del periodo soviético surgieran novelas que escapan deliberadamente de la realidad para trasladar las historias a un mundo alternativo, dominado por los avances tecnológicos. Un entorno frío y opresor es un buen campo de abono para ficciones que recrean sociedades tecnológicas de las que se imagina un futuro fascinante y, en ocasiones, también aterrador. El caso más vanguardista es sin duda la novela de Evgueni Zamiátin Nosotros, pero durante el siglo XX la literatura rusa fue prolífica en novelas y relatos de ciencia-ficción que consolidaron un género pujante en la Unión Soviética.
‘La cabeza del profesor Dowell’: ciencia-ficción rusa en el siglo XX
Durante el periodo soviético la producción de ciencia-ficción tuvo dos “vertientes”. Por un lado, la “oficial”, compuesta por novelas que elogiaban el desarrollo de la tecnología y la ciencia y que, con un punto panfletario, situaban a sus protagonistas en mundos modernos, haciéndolos entrar en contacto con marcianos o viajar a través del tiempo. En esta corriente destaca Aelita (1922), de Alexéi Tolstoi (1882-1945) y Aleksandr R. Beliáiev (1884-1942), denominado el “Julio Verne” de la ciencia-ficción soviética. En el otro extremo se sitúa la ciencia-ficción “disidente”, en la que destaca la figura de Evgueni Zamiatin (1884-1937), que con la novela Nosotros (1921), a la que tanto deben Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell, se encuentra por derecho propio entre los más destacados narradores rusos del siglo XX. Su retrato de la deshumanizada sociedad del opresivo y matemático Estado que controla a los individuos hasta en sus más mínimos deseos y anhelos, le valió críticas en el partido bolchevique y le llevó a la postre al exilio en París.
Historias delirantes en un contexto científico
Aleksandr R. Beliáiev fue uno de los autores indiscutibles de la ciencia-ficción rusa de la primera mitad del siglo XX. Sus más de ochenta novelas y relatos sientan las bases de una narración de tono “cientifista” que no ha envejecido excesivamente bien pero que tiene un cierto encanto por lo delirante de sus argumentos. En este contexto destaca la novela La cabeza del profesor Dowell (1925), que la editorial Alba ha publicado en su colección Rara Avis acompañada por el relato El día del Juicio Final (1929), una fantasía que tiene como protagonista la desaceleración de la velocidad de la luz y sus efectos en la vida de los personajes.
La cabeza del profesor Dowell es una novela estridente, delirante y loquísima, en la que se entremezclan géneros como la ciencia ficción, la aventura y el folletín. En ella, un reconocido científico experto en el trasplante de órganos es asesinado por uno de sus discípulos, el profesor Kern, quien decide conservar su cabeza en secreto y mantenerla con vida mediante una prodigiosa solución científica, obligándole de este modo a supervisar sus estudios. Un día contrata a una ayudante para que le apoye en el mantenimiento de la cabeza, la doctora Marie Laurane, quien muy pronto se encariña con ella y entabla una relación de amistad. Mientras tanto, el doctor Kern lleva a cabo trasplantes de cabezas en cuerpos de cadáveres y busca presentar los avances desarrollados gracias al profesor Dowell, encontrándose con la oposición de la doctora Marie Laurane y con la entrada en escena del hijo del profesor y un amigo de éste, que intentarán por todos los medios liberar a los cautivos.
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Aleksandr R. Beliáiev, La cabeza del profesor Dowell (Alberto Pérez Vivas), Barcelona, Alba (Colección Rara Avis), 2013, 358 páginas.La imagen es de la película La cabeza del profesor Dowell (1984), dirigida por Leonid Menaker.