La sombra y la oscuridad se han asociado, a lo largo de la historia, con lo oculto, con lo negativo y lo ilusorio. La alegoría de la caverna de Platón, por ejemplo, habla de las sombras como una metáfora de los aspectos más ilusorios del mundo, mientras que pensar en los años oscuros de la Edad Media retrotrae a un periodo de decadencia, analfabetismo y retraso. El escritor japonés Junichiro Tanizaki (1886-1965), sin embargo, abordó la penumbra y las sombras en uno de sus ensayos más célebres, El elogio de la sombra (In’ei raisan, 1933), desde un punto más positivo y como vehículo para articular la esencia de la belleza japonesa.
Cuando Junichiro Tanizaki escribió El elogio de la sombra, libro que acaba de publicar en un precioso volumen la editorial asturiana Satori con traducción directa del japonés de F. Javier de Esteban Baquedano, casi había llegado a la cincuentena y se encontraba en el ecuador de su vida. Tenía, por tanto, la perspectiva suficiente para poder abordar un análisis en profundidad de los rasgos identitarios de su país, de su cultura y de la estética japonesa.
Tanizaki había vivido los enormes cambios sufridos por su país durante la época Meiji y abrazado la influencia occidental desde su niñez. Sin embargo, cuando acometió la redacción del ensayo en 1933, su vinculación con Occidente ya no era la misma. Según indica Yayoi Kawamura en su prólogo a la edición de Satori, Tanizaki «se rebeló ante esa amenazadora modernidad, por la que incluso él mismo se sentía atrapado, y lo hizo cuestionando las facilidades y comodidades de la vida moderna pero, sobre todo, advirtiendo de lo que se podrían llevar por delante y para siempre esas modernidades, que eran, ni más ni menos, la sutileza y la delicadeza construidas por el pueblo japonés a lo largo de los siglos, en otras palabras, la capacidad de sentir y vivir la sombra.» Fue la tradición, la identidad nipona que emerge de las cosas imperfectas, la que provocó este autoanálisis. En este sentido, Junichiro Tanizaki quiso transmitir al lector el valor de ciertos elementos que parecen definir el concepto de belleza tal y como los japoneses lo han apreciado durante siglos: lo imperfecto, lo irregular, lo simple o lo efímero determinan, al parecer de Tanizaki, la estética del País del Sol Naciente.
El elogio de la sombra: luz y sombra, Occidente y Oriente
A través de este ensayo de prosa ligera enormemente entretenido, Junichiro Tanizaki examinó el sentido de la estética nipona mediante el poder de la sombra, construyendo su argumentación a través de los contrarios, especialmente sobre la poderosa dicotomía entre luz y sombra y la polaridad cultural entre Occidente y Oriente.
Así, el escritor japonés transita entre la tradición y la modernidad, entre lo que define lo realmente japonés y lo que determina el carácter occidental. Esto lo resuelve explorando objetos e inventos occidentales, en los que domina una obsesión por la luz, por la novedad y la brillantez frente al disfrute que aporta el desgate y el paso del tiempo a los japoneses. Esos objetos occidentales le parecen al escritor elementos ajenos al sentir de su nación, valorando en su explicación algunos objetos modernos que no son elegantes ni «casan» con las viviendas tradicionales japonesas, como, por ejemplo, la calefacción, las lámparas o los cristales de ventanas.
El elemento clave que articula El elogio de la sombra es tanto la sombra a la que se refiere el título del ensayo, como la luz, esa luz que, desde la penumbra, moldea los objetos desde su ausencia, confiriéndoles así algo tan inasible como la belleza. Para ejemplificar esto cita manifestaciones artísticas como el teatro noh, o pone el acento sobre la circunstancia de que, desde su punto de vista, los objetos hermosos se aprecian mejor en ambientes oscuros, como sucedía en la antigüedad. En este sentido, lo tenue, la sombra/penumbra o el contraluz pueden ayudar al disfrute contemplativo de objetos que realzan su belleza de esta manera.
Pero que nadie piense que en El elogio de la sombra el escritor conjura este análisis mediante una prosa grave y densa. No falta en el ensayo un cierto toque de comicidad que aflora en observaciones y reflexiones, como aquella centrada en los váteres japoneses frente a los occidentales, una situación que Tanizaki es capaz de transmitir mezclando lo humorístico con la defensa de la elegancia y lo digno.
El elogio de la sombra es, en definitiva, un ensayo sobre el poder sugestivo de la penumbra y la admiración de la belleza a través de las imperfecciones. El propio Tanizaki lo reivindica desde las primeras páginas: «Aunque solo sea en el terreno de la literatura, me gustaría ser capaz de convocar una vez más a ese mundo de las sombras que ya hemos empezado a perder. Dar un amplio vuelo a los aleros del gran palacio de la literatura, oscurecer sus paredes, condenar a las tinieblas aquello demasiado evidente, arrancar de los interiores toda decoración superflua.»
Junichiro Tanizaki, El elogio de la sombra (prólogo Yayoi Kawamura; traducción y epílogo F. Javier de Esteban Baquedano), Gijón, Satori, 2016, 120 páginas.
La imagen de portada es cortesía de la editorial Satori. La imagen de Junichiro Tanizaki está tomada de este sitio.