Hace poco hicimos una lista veraniega con algunos «tochos» para llevarse en la maleta durante las vacaciones. Si eres de los que te gusta leer pero prefiere las historias cortas, tenemos otra lista, esta vez de libros cortos de menos de 150 páginas que merece la pena devorar.
La flor roja, de Vsévolod Mijáilovich Garshin (Nevski Prospects, 80 páginas)
Pocas líneas bastan para contar de qué trata La flor roja. La suya es una historia simple pero angustiosa: un interno de un hospital psiquiátrico se obsesiona con tres flores rojas que crecen en el patio de la institución. Su fijación llega hasta el punto de considerarlas fuente de todos los males del mundo, por lo que decide emprender una tarea no exenta de dolor y sacrificio: acabar con la flores a toda costa, entrando en una espiral opresiva y absurda que no hace sino agravar aún más su frágil condición.
Con esta sencilla trama el escritor ruso Vsévolod M. Garshin es capaz de transmitir con paradójica sobriedad la realidad distorsionada de su personaje, que avanza sin posibilidad de salvación hacia la profunda locura gracias a un elemento tan simple y, de alguna forma, inocente, como una flor roja.
Publicada por Nevsky Prospects, la edición está hecha para los sentidos del lector: sin las ilustraciones de Sara Morante, quien recibió el Premio Euskadi de ilustración 2012 por su interpretación de La flor roja, este pequeño libro no sería el mismo.
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Xingú, de Edith Wharton ( Contraseña, 81 páginas)
Xingú es un libro de humor envenenado, una crítica hacia la estupidez cultural . En él Edith Wharton cuenta la historia del Club del Almuerzo, un club de lectura compuesto por varias damas (aparentemente) eruditas de la buena sociedad de un pequeño pueblo, Hillbridge. Las señoras se reúnen periódicamente para discutir sobre la lectura de libros que han llevado a cabo en semanas anteriores, compartiendo así un sentimiento de pertenencia a un estrato superior. El objetivo es, como indica una de las damas, “reunir las tendencias más elevadas de Hillbridge… para centralizar y dar cauce a su producción intelectual.”
Edith Wharton apunta su crítica hacia ese tipo de personas que concibe la “cultura” como algo que se comparte en salones tomando el té y hacia ese tipo de lectores “por obligación” que ingieren libros más por costumbre que por placer.
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Los hermosos años del castigo, de Fleur Jaeggy (Tusquets, 118 páginas)
Los hermosos años del castigo es uno de esos libros que se leen en una especie de nebulosa, que penetran en la carne del lector como la gota lenta y constante que horada la piedra. El de Fleur Jaeggy es un libro de atmósferas, de ambientes enigmáticos y opresivos que gravitan en torno a los personajes y sus emociones.
Los hermosos años del castigo se sitúa en Bausler Institut, un internado femenino del cantón de Appenzell, uno de los más conservadores de Suiza. La escuela, levantada cerca del lago Constanza, se encuentra próxima a Herisau, el manicomio en el que el escritor Robert Walser estuvo ingresado y en donde pasó los últimos años de su vida antes de suicidarse. Una referencia que no será gratuita en la historia y que marcará el tono opresivo y melancólico de la novela.
Allí estudió la narradora-protagonista, que evoca desde el presente sus años en el internado. La construcción de la historia va, por tanto, del presente al pasado en dos direcciones que oscilan entre la mujer narradora del presente y la joven del pasado, una muchacha de quince años enclaustrada en un colegio de ambiente denso y sensual, donde el descubrimiento y el aburrimiento conviven de manera simultánea. La novela se condensa en sus vivencias en el internado y el profundo impacto que le supuso conocer a una nueva alumna, Frédérique, una hermosa y perfecta compañera de la que se sentirá inmediatamente atraída. Es, en definitiva, elrecuerdo de un primer amor que, desde el presente, se observa con nostalgia y melancolía.
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Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska (Impedimenta, 96 páginas)
La reciente entrega del Premio Cervantes a Elena Poniatowska (París, 1939) ha vuelto a situar las obras de la escritora mexicana en las mesas de destacados de las librerías españolas. Querido Diego, te abraza Quiela (1978), es un conjunto de cartas imaginadas en las que la artista rusa Angelina Beloff, primera mujer de Diego Rivera, le declara su amor incondicional ante la ausencia del artista, que ha regresado a México desde París. La dolorosa correspondencia de Quiela, como le gustaba llamarla a Rivera, muestra los momentos de penuria y hambre por los que pasa Angelina, abandonada y sin embargo tenazmente amarrada al recuerdo de un hombre fantasma que la ha olvidado al llegar a su patria.
Querido Diego, te abraza Quiela es una nouvelle sobre el abandono, sobre las heridas y cicatrices que dejan los amores violentos y apasionados. Tras diez años de unión y un hijo que murió de meningitis al poco de nacer, la caracterización que de Angelina elabora Elena Poniatowska es la de una víctima de la arrolladora personalidad de Diego Rivera, a la que somete su propia identidad y talento.
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Tonbo, de Aki Shimasaki (Edicions Sd, 110 páginas)
Tonbo (libélula, en japonés), narra la historia de Nobu, un profesor que, a principios de los años 80, y tras abandonar una gran compañía comercial, decide abrir una escuela privada o juku llamada Tonbo a las afueras de Tokio. Marcado por el suicidio de su padre cuando era joven, Nobu recibe un día la visita de Jirô, un antiguo alumno de su padre, también profesor como él, que le traerá a la memoria recuerdos que había olvidado y revelaciones que le mostrarán una cara de la historia de su padre que él no conocía.
La escritora japonesa Aki Shimazaki construye en Tonbo una historia de recuerdos y secretos desvelados, diseminando las pistas del pasado de sus personajes en los diálogos y pensamientos de éstos y jugando con la importancia de lo no dicho. Prosa liviana y sugerente que deja poso en la última de nuestras recomendaciones de libros cortos.
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La imagen de portada está tomada de Flickr.