Tintes del cielo - Soseki

‘Tintes del cielo’: el Sōseki poeta

El haiku es una de las formas poéticas japonesas más populares entre el público occidental. Su brevedad, aspecto y textura de cosa delicada, fugaz  e inasible han convertido a esta modalidad literaria en un artefacto capaz de traspasar fronteras físicas y culturales. Belleza y sugerencia que han calado entre poetas y que suelen resultar atractivos para el lector en español.

Ya hablamos en este blog de «Maestros del Haiku», la colección dedicada a este género de la editorial Satori, que fue inaugurada por Matsuo Bashō y seguida por una recopilación de haikus de Natsume Sōseki (1867-1917). A estos dos volúmenes le ha seguido un nuevo conjunto de poemas del narrador tokiota, que el profesor Fernando Rodríguez-Izquierdo ha recopilado y traducido bajo el título Tintes del cielo.

Tintes del cielo: un Soseki desconocido

La obra poética de Sōseki no es tan conocida como su novelística, un desconocimiento al que se han contribuido dos factores que Fernando Rodríguez-Izquierdo señala en el prólogo de la edición de Satori:

  • por un lado, es considerado como un autor difícil por los propios japoneses
  • por otro lado, el estudioso del haiku Reginald Horace Blyth ha minusvalorado la faceta del escritor como haijin, argumentando que es un mero imitador de figuras del género como Matsuo Bashō

Sin embargo, más allá de estas dos etiquetas que relevan una lectura superficial de la obra de Sōseki, estamos ante un autor que cultivó desde sus inicios la poesía y que no dejó de hacerlo durante toda su vida. Introducido en este arte por Masaoka Shiki, quien fue su compañero en la Universidad de Tokio, el escritor japonés evoluciona de un haiku florido y abigarrado a un haiku más centrado en la observación del mundo y en la reflexión e interiorización. En este espacio parece no caber la dificultad ni la oscuridad de sus versos, que resultan delicados, evocadores y cercanos.

Así, el Sōseki de Tintes del cielo se caracteriza por su evocación del detalle, en especial el que está relacionado con la Naturaleza, y en el punto de vista del poeta, en muchas ocasiones ingenuo y casi infantil.

Esa observación de la Naturaleza desemboca en muchos casos en su humanización, a la vez que se interesa por el ser humano, por las especies vegetales o los animales. La Naturaleza se observa como un refugio («Lluvia vernal:/ al arrimo de un sauce/ me alcanza. Y sigo.»), y el mundo que le rodea es pura sorpresa y gozo, y como tal el poeta quiere recrearlo y transmitirlo. Lo hace Sōseki mediante los efectos visuales que se combinan con los acústicos, en una delicada evocación de los sonidos y sensaciones que imprimen una trascendencia inusitada a las situaciones cotidianas como, por ejemplo, mirar una flor a punto de florecer («La ipomea, ya a punto/ de florecer: lo avisan/ tintes del cielo».)

Natsume Sōseki juega con la brevedad de las diecisiete sílabas del haiku y busca concentrar la belleza, la eternidad y lo inasible del universo, aunque por lo general lo hace centrándose en las pequeñas cosas del mundo. Por ejemplo, juega a entremezclar animales pequeños e insignificantes como los insectos con la grandiosidad del sonido de un gong, mostrando en un mismo plano el mundo animal y la religión («Revuela un grillo/ entre sones del gong,/ al rezar sutras»).

La ilusión, el deseo y los sueños también son protagonistas de algunos de los haikus de Sōseki, ya sea como parte de una pregunta sin respuesta («La Vía Láctea:/ ¿acaso va borrándose?/ Enigma en sueños.») o como una lluvia cotidiana («Para el magnolio/ sucede como un sueño:/ esta llovizna.»). Una suerte de mundo donde la Naturaleza fluye ante el poeta en todo su esplendor y del que se goza contemplándolo («Caen las flores/ desmoronándose: sombres/ que van fluyendo.»)

La obra de Natsume Sōseki plantea un mundo cotidiano del que surge la belleza ante el mero acto de contemplación, donde el poeta percibe sensaciones visuales y acústicas de las que brotan experiencias concretas. El escritor japonés es capaz de mostrar una parte de la Naturaleza que actúa como parte de un todo, evocando una serie de sensaciones en la integra al lector como parte de ese todo del que se observa una parte.

La selección de poemas Tintes del cielo complementa la ya publicada por Satori hace unos meses, Sueño de la libélula, un pequeño volumen compuesto por 70 poemas inéditos editado con primor y comentado por el traductor y compilador Fernando Rodríguez-Izquierdo, uno de los mejores conocedores de la cultura japonesa de nuestro país.

Referencias

Natsume Sōseki, Tintes del cielo (traducción y selección Fernando Rodríguez-Izquierdo), colección Maestros del Haiku, Gijón, Satori, 2013, 155 páginas.

La imagen de la portada de Tintes del cielo está tomada de la web de Satori.

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