Hay libros que, al margen de su calidad literaria, sustentan su interés en el impacto que fueron capaces de generar en la fecha en la que fueron publicados. Obras capaces de escandalizar, de provocar reflexiones en la sociedad gracias a su tono de denuncia, textos que trascienden más allá de su época.
El precepto roto, del escritor japonés Shimazaki Toson (1872-1943), es uno de ellos. Considerada como una de las principales novelas del Naturalismo japonés, conserva todavía su capacidad de sacudir al lector ante la realidad que muestra, al mismo tiempo que consigue que éste empatice con el sufrimiento y angustia de su protagonista.
Traducida por primera vez a la lengua española de la mano de la editorial Satori, El precepto roto (1906) pone su punto de mira en la penosa situación que sufrían los eta o burakumin en el Japón de finales del siglo XIX y principios del XX. Este grupo social estaba fuertemente marginado por su origen y todavía hoy tiene una consideración negativa en la sociedad japonesa. Según indica el profesor Carlos Rubio en su prólogo al texto:
«Los eta, referidos genéricamente en la actualidad como burakumin, eran -y son todavía hoy- el mayor grupo minoritario autóctono de Japón, a pesar de que étnica, lingüística y culturalmente son idénticos al resto de la población nativa de Japón. Esta diferenciación les permite interaccionar libremente con el resto de la población, pero cuando son descubiertos, se ven sometidos a prejuicios y discriminación.»
El conflicto de la trama se focaliza en el personaje de Ushimatsu Segawa, un joven profesor eta que, gracias a los esfuerzos de su padre, ha conseguido mantener en secreto su origen. Un origen que, de ser descubierto, puede expulsarlo de la sociedad a la que tradicionalmente su entrada estaba vetada y, por supuesto, alejarlo del ámbito educativo. Con el fin de preservar su actual situación social y evitar la vergüenza de ser reconocido como eta, Ushimatsu se debate entre mantener la promesa que hizo a su padre -no desvelar su procedencia- y confesar su origen a los seres que le rodean para sacudirse la angustia vital y lograr una anhelada libertad.
El análisis de caracteres individuales y su relación con el entorno que los rodea es precisamente una de las características que diferencian las novelas del Naturalismo nipón frente a sus hermanas europeas, y del que El precepto roto es una de las piezas más representativas. Pese a la influencia de Zola y Guy de Maupassant, los naturalistas japoneses muestran una personalidad propia que va más allá de la recepción y continuidad del movimiento. Se trata de obras que no tienen la conciencia social y que, en su lugar, prefieren aplicar su lupa sobre lo individual, convirtiéndose así en lo que Carlos Rubio llama «novelas del yo«. Este estudio de lo individual aborda, además, un registro de emociones sentidas en la vida cotidiana.
Precisamente la principal fuerza de El precepto roto reside en ese interés por registrar las emociones del protagonista. Así, Toson focaliza el conflicto de Ushimatsu en un juego de alternancias en su balanza emocional, que oscila entre la angustia y el miedo a que su origen sea descubierto y la esperanza de poder comunicar que es eta y no ser despreciado por ello.
Este juego de opuestos se repetirá en otros planos a lo largo de la novela: miedo y valentía, bondad y maldad, tradición y modernidad y, más intensamente, obdiencia filial y libertad. Esta alternancia de contrarios está sutilmente llevada gracias al tempo narrativo, que va trenzando una tensión creciente en torno Ushimatsu, acorralado por sus miedos y por los secretos desvelados que finalmente provocarán que ese precepto que el protagonista juró cumplir ante su padre se vea roto.
El precepto roto es un muy recomendable libro que combina la denuncia social con un fino análisis de las emociones humanas. En este sentido, sólo habría que ponerle un «pero» a la novela de Shimazaki Toson. Si bien el análisis de las emociones es literariamente impecable, un cierto tono maniqueísta empaña la construcción de los personajes que componen la misma, echándose en falta el que Toson explore los claroscuros de sus personajes.
Ficha bibliográfica
Shimazaki Toson, El precepto roto, Gijón, Satori, 2011, 362 páginas.
La imagen de Shimazaki Toson es de dominio público y se encuentra en Wikimedia Commons.