Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927) es uno de los escritores más destacados de la literatura japonesa, autor de obras (especialmente relatos) en las que destaca su capacidad de análisis psicológico y pericia narrativa. Suyos son, entre otros, «Kappa», «En el bosque» o «Rashōmon», historias, las dos últimas, que inspiraron la célebre película de Akira Kurosawa. La que no es tan conocida es su faceta como haijin (autor de haikus), disciplina que el escritor cultivó a lo largo de su vida, como también sucediera con su coetáneo Natsume Sōseki.
La producción poética de Ryūnosuke Akutagawa ronda los 1.200 haikus, de los que la editorial Satori, de la mano del profesor Fernando Rodríguez-Izquierdo, ha seleccionado 70 para el volumen En la ceniza escribo, publicado recientemente dentro de su colección Maestros del haiku.
Ryūnosuke Akutagawa: haijin de lo efímero
Como señala Fernando Rodríguez-Izquierdo en la introducción a la selección de Satori, «gran parte de la personalidad de Akutagawa está en sus haikus«. En este sentido, la poesía de Ryūnosuke Akutagawa se caracteriza por composiciones que buscan reflejar la inmensidad de la naturaleza en oposición a su pequeña existencia. Es una poesía, al mismo tiempo, donde se evoca lo efímero, que se manifiesta de diferentes maneras: en forma de una pisada que el poeta ruega a la escarcha que no borre, o la mera escritura del nombre de una mujer en la arena. Son frecuentes también las imágenes de flores, visiones de espacios de la naturaleza como el bosque y el campo, o fenómenos de alta carga visual y emocional como unos fuegos artificiales. Todos se presentan con la grandiosidad de las pequeñas cosas que atrapan la mirada de un poeta que, a su lado, se siente insignificante.
Los haikus de Ryūnosuke Akutagawa son poemas de sensaciones, capaces de evocar el impacto visual, el sonido y el tacto.
Los haikus son composiciones poéticas que presentan habitualmente la parte de un todo, en los que la naturaleza se sugiere con la simple visión de un animal o una planta o un acontecimiento atmosférico, que en muchas ocasiones llega como un fogonazo visual trayendo la sorpresa, y, en última instancia, una revelación para el poeta. Akutagawa se imbrica en esta tradición poética y ofrece numerosos y bellos ejemplos. Por ejemplo, en uno de los poemas seleccionados el escritor nipón dibuja la imagen sorprendente de un lirio sobre el techo de una humilde cabaña, lo que provoca que el lector se enfrente a una mirada que quiere atrapar el impacto visual del color blanco de la flor, al igual que sucede con el color naranja en uno de los relatos más célebres de Akutagawa, «Las mandarinas».
Los haikus de Akutagawa son poemas de sensaciones, capaces de evocar el impacto visual, el sonido y el tacto: («Árboles con flores/ que en masa amarillean. Arroyos de deshielo.«) En este sentido, se percibe que en la poética del escritor japonés las flores son un motivo habitual, en especial las humildes amapolas, protagonistas de muchos de sus haikus («Yendo a caballo,/ la veo por vez primera:/ la amapola de lago.«)
Por otra parte, Akutagawa es un poeta que no sólo muestra su faceta de observador de la naturaleza al modo de los haijin clásicos como Banshō, sino que también presenta su conjunción y relación directa con su entorno: «Lluvia de otoño;/ plantando un árbol, veo/ el color de la tierra.»
También llaman la atención algunos haikus que plasman una búsqueda de la calma, en posible relación con la atormentada psicología del poeta japonés: «Se hace la calma/ en la otoñal tormenta,/ la luna asoma.» Fruto de esta conjunción es un precioso haiku que en el que Akutagawa rememora la quietud en la que se puede escuchar cómo resbalan las gotas de rocío por la hiedra en el amanecer: «Va amaneciendo;/ se oye cómo resbala/ por la hiedra el rocío.» Un haiku visual y sensorial, capaz de evocar con elegante delicadeza el inicio de un nuevo día.
También gusta el escritor de operar con contrarios, como la fuerza de la pirotecnia frente al agua calma («Caen chispas de las tracas./ Pudo el agua alterarse,/ mas sigue en calma.«), al mismo tiempo que los fenómenos acuáticos, motivos muy presentes en la selección de poemas de Satori.
En la ceniza escribo nos revela una faceta desconocida del escritor Ryūnosuke Akutagawa. Gracias a la edición de Satori dialogamos con un autor que busca lo efímero en la grandiosidad de la naturaleza, que necesita la iluminación y la calma que su propia personalidad se empeña en acallar. La selección de Fernando Rodríguez-Izquierdo presenta un recorrido por poemas de cierto toque crepuscular que avanzan, como las estaciones, del invierno al calor del verano. Un volumen bilingüe de preciosa factura indispensable para los amantes del haiku en busca de nuevos autores.
Referencias
Ryūnosuke Akutagawa, En la ceniza escribo ( selección, traducción, introducción y notas de Fernando Rodríguez-Izquierno y Gavala), Gijón, Satori, 2015, 155 páginas.
La imagen de portada es cortesía de Satori Ediciones.