El vino de la soledad - Irene Nemirovsky

Odio et amo: ‘El vino de la soledad’, de Irène Némirovsky

Dentro de la producción literaria de la escritora judía de origen ucraniano Irène Némirovsky (1903-1942), algunas de sus obras permanecieron durante décadas ocultas, no siendo descubiertas hasta años después, lo que ha contribuido a acrecentar la fama de la narradora. Es el caso de la novela El vino de la soledad (Le vin de solitud, 1935), que, como sucediera con la incompleta Suite francesa, permaneció arrinconada en el olvido durante más de setenta años.

Hasta hace un par de años El vino de la soledad había permanecido inédita en español. Su recuperación ha permitido conocer una historia en la que la escritora volvió a uno de los temas centrales de su narrativa: el conflicto entre una madre egocéntrica y egoísta y su hija, que siente la ausencia de cariño y vive en un hogar prácticamente vacío, donde el padre siempre está ausente por negocios y la madre prefiere estar en fiestas y dedicarse a sus amantes. Una mirada que conecta la novela con otras obras como El baile o Jezabel.

El vino de la soledad narra la historia de una acaudalada familia judía de Ucrania.  La protagonista es Elena Karol, una niña sensible que sufre la falta de atención de sus padres: Bella, que nunca tiene tiempo para ella, y su padre Boris, siempre dedicado a los negocios y a ganar dinero, que pierde eventualmente por culpa de su afición a las apuestas. Elena adora a su padre y gesta hacia su madre un odio profundo, que comienza a exacerbarse con la entrada en escena de su primo Max, que se convierte en amante de Bella. La única figura maternal que conoce la protagonista es Mademoiselle Rose, su institutriz francesa.

Enmarcada en los albores de la revolución rusa y narrada como una novela intimista en la que el punto de vista agudo pero, a la vez, infantil de su protagonista, marca la visión del resto de personajes adultos, quienes, exceptuando la institutriz de Elena, no salen bien parados.

Irene Nemirovsky

El personaje de Elena es un trasunto de la propia Irène Némirovsky, que vuelca toda la profundidad psicológica en el personaje, dejando un tanto desdibujados, casi limitados al esqueleto, a los personajes de sus padres y de la institutriz que cuida de ella. La novela, por tanto, gira en torno a la construcción a lo largo del tiempo de la personalidad de Elena, desde que es una niña hasta que llega a su juventud. Pero, sobre todo, El vino de la soledad es la gestación de un sentimiento de odio y animadversión hacia sus padres, hacia esa «caricatura de hogar» en la que se ve obligada a crecer sin el cariño y el apoyo de su madre. Una situación que, una vez entendida, se percibe como natural: «¿De qué me quejo? Todo el mundo es como yo. Ciertamente, todas las casas están habitadas por mujeres adúlteras, niños infelices y hombres atareados que sólo piensan en el dinero

Así, El vino de la soledad no sólo habla de la frialdad en la que se crió la propia Irène Némirovsky, sino también sobre el dolor, odio y resentimiento que pueden brotar en un niño que se siente apartado del cariño de su familia. La escritora también pone su lupa de aumento sobre los efectos devastadores que sobre Elena tiene el comprender el adulterio de su madre, una manera más de alejarse de su familia y urdir un odio justificado. El personaje se muestra con toda su lucidez y dramática comprensión de los acontecimientos hermándose con el niño protagonista de Ardiente secreto (Brennendes Geheimnis, 1911) de Stefan Zweig.

La venganza de Elena es superar en belleza a su madre, pero, pese al odio y desprecio gestado a fuego lento desde la infancia, el personaje también tiene momentos de piedad hacia su madre, a la que ve con claridad: «…estaba dispuesta a conmoverse ante la mujer envejecida y quejosa sentada frente a ella, que nunca le lanzaba una mirada, como si la presencia de aquel rostro joven la hiciera sufrir.»

El vino de la soledad: odio et amo

El vino de la soledad también es una novela sobre la búsqueda del amor, en todos los sentidos y en todas sus manifestaciones. Una historia que la escritora relató desde diferentes puntos de vista pero siempre fiel a su esencia: la familia judía en la que la hija no encuentra el amor de sus padres, ausentes en fiestas y negocios.

La obsesión por el dinero y por el lujo son otro de los blancos de la visión literaria que sobre la familia tenía Nemirovsky, así como la debilidad moral de ciertos personajes que rodearon su infancia. En ese sentido, también nos habla la escritora de las apariencias y, sobre todo, del disimulo para ocultar las realidades.

Referencias

Irène Némirovsky, El vino de la soledad (traducción de José Antonio Soriano Marco), Barcelona, Salamandra, 2014, 221 páginas.

La imagen de portada está tomada de la editorial Salamandra.

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