El lenguaje es maleable. Se deforma, se estira y se comprime como si fuera de plastilina. Nunca hay una única manera de contar las cosas. Así lo demostró en 1947 el escritor francés Raymond Queneau (1903-1973) con un original libro titulado Ejercicios de estilo (Exercises de style), en el que narraba 99 maneras de contar una misma historia. Una «autorrestricción» para demostrar que la creación artística puede generar nuevas formas (meta)literarias o, como indicaba el propio Queneau, para “desoxidar la literatura de sus diversas herrumbres, de sus costras”.
Esa pasión por los juegos del lenguaje, por experimentar con todo lo experimentable, le venía de lejos al escritor y poeta galo. Entre otras situaciones que marcaron su trayectoria literaria, cursó letras y matemáticas en la Sorbona, integró la corriente Surrealista y fundó el grupo experimental OuLiPo (Ouvroir de littérature potentielle) en 1960. Escritor y poeta infatigable en su búsqueda constante de un nuevo «giro de tuerca» del lenguaje, no fue sin embargo hasta 1959 cuando recibió el reconocimiento del gran público gracias a la novela Zazie en el metro (Zazie dans le métro), una deliciosa comedia sobre una deslenguada niña que vive una serie de aventuras en París.
Pero volvamos atrás. En el mismo año en el que publicaba uno de sus libros más destacados y populares, el citado Ejercicios de Estilo, Raymond Queneau decidió desdoblarse en un alter ego con faldas y publicó bajo el pseudónimo de Sally Mara una obra titulada Somos demasiado buenos con las mujeres (On est toujours trop bon avec les femmes). La novela se publicó en Èditions du Scorpion, editorial para la que su amigo Boris Vian escribía novelas negras con el pseudónimo de Vernon Sullivan. De hecho, Vian le lanzó el reto de escribir un libro bajo el nombre de otro autor, y Queneau respondió con una divertidísima parodia de las novelas con pretensiones históricas escrita por una escritora… muy especial.
Raymond Queneau y Sally Mara
Raymond Queneau, escondido, o quizá poseído, por la escritora irlandesa Sally Mara, narra en Somos demasiado buenos con las mujeres la historia de un grupo de siete aguerridos revolucionarios irlandeses que deciden tomar, en la Pascua de 1916, una oficina postal donde se encontrarán con la sorpresa de que una de sus empleadas, Gertie Girdle, está escondida en el baño de mujeres. Al «joyciano» grito de «Finnegans Wake«, el grupo rebelde luchará contra el opresor británico y mantendrá una serie de «contactos bilaterales» con la joven y seductora inglesa Gertie.
Tres años más tarde el escritor decidió dar voz a la misteriosa autora publicando un Diario íntimo (Le Journal intime du Sally Mara) que cronológicamente es anterior a la novela. En ella Sally Mara habla, a través de anécdotas inocentemente picantes, de su día a día, de su estrafalaria familia, de sus primeros contactos sexuales y su determinación por aprender gaélico y escribir una novela a la que piensa dar el título Somos demasiado buenos con las mujeres. Deliciosamente sensual y naïf, Sally Mara es un personaje construido desde la picardía francesa que tan bien conocía su padre artístico.
Las novelas de Sally Mara son un juego humorístico sin relevancia literaria pero obras, al fin y al cabo, que sirven para aquello para lo que se crearon; son divertidsa e ingeniosas, y tienen el sello intelectual de un autor como Queneau.
Años más tarde el alter ego del escritor francés verá cumplido su sueño de ver publicada su novela, y en 1962 vieron la luz en la editorial Gallimard (a Queneau se le debe la fundación de la célebre colección Encyclopédie de la Pléiade) las Obras Completas de Sally Mara, que contenían el Diario íntimo, Somos demasiado buenos con las mujeres y una colección de aforismos o «fruslerías» a las que se le dio el título de Sally más íntima y que ya habían sido escritos anteriormente, en 1944. Se sumaba además un juguetón Prólogo de Sally Mara, indignada por el hecho de que otro, el propio Raymond Queneau, estuviera en la portada como autor de sus obras.
No es Obras completas de Sally Mara, que reúne por primera vez en lengua castellana la editorial barcelonesa Blackie Books, una de las principales o mejores obras de Raymond Queneau. Es más bien una obra alimenticia, un juego humorístico sin relevancia literaria pero una obra, al fin y al cabo, que sirve para aquello para lo que se creó; es divertida e ingeniosa, y tiene el sello intelectual de un autor como Queneau.
Estamos ante un conjunto de historias que brillan por su prosa (aunque no podamos disfrutarlas en su lengua original, el divertimento lingüístico sigue presente a través de la traducción de Mauricio Wacquez, José Escué y Manuel Serrat Crespo), una prosa que juega continuamente con la inocencia y la ironía. La principal característica de la escritura de Raymond Queneau es precisamente el juego y el retorcimiento del lenguaje, que con la traducción nos llega como un reflejo de la habilidad del escritor para crear juegos de palabras y dobles sentidos con los que convertir la inocencia de las reflexiones de sus personajes en un divertidísimo discurso lleno de humor.
El único «pero» que podemos poner a este volumen de Blackie Books es el último libro de las obras completas de Sally, Sally más íntima, un conjunto de aforismos sustentados en la sonoridad de las palabras y los dobles sentidos en el que se echa en falta una edición bilingüe. Pese a ello, se trata de un libro sin pretensiones estupendo para pasar un buen rato con las reflexiones de la joven Sally y las aventuras y desventuras del grupo de independentistas irlandeses cuyo grito de guerra entonamos con fuerza. ¡Finnegans Wake!
Referencias
Raymond Queneau, Obras completas de Sally Mara (obertura de Enrique Vila-Matas, traducción de Mauricio Wacquez, José Escué y Manuel Serrat Crespo, ilustraciones de Joan Casaramona), Barcelona, Blackie Books, 2014, 407 páginas.