Si «el sueño de la razón produce monstruos», los sueños de un país entero pueden albergar tantos peligros que al Estado puede hacersele necesario controlarlos. E incluso anticiparlos. Éste es uno de los puntos de partida de una de las más célebres novelas del Premio Príncipe de Asturias Ismaíl Kadaré (Gjirokaster, 1936), que tras un título tan (aparentemente) lírico y un tanto kitsch como El Palacio de los Sueños (Nëpunësi i Pallatit të Endrrave, 1981) esconde una alegoría fascinante y terrorífica sobre el poder absoluto.
El Palacio de los Sueños narra la ascensión del joven Mark-Alem por la estructura y jerarquía del Tabir Saray, una especie de supra-ministerio cerrado al exterior en el que se recopilan, seleccionan e interpretan todos los sueños de los súbditos del Imperio. Un aparato burocrático creado y destinado a bucear entre los recovecos más oscuros de un país y donde el Archivo es el departamento más tenebroso. Como dice uno de los personajes de la novela, «Si el Tabir Saray es como el sueño en relación con la vida, el Archivo es un sueño más profundo aún en el interior del Tabir (…), un sueño dentro de un sueño.»
Por si fuera poco, cada semana uno de esos sueños adquiere categoría de Sueño Maestro por sus implicaciones políticas (cualquier indicio de rebelión o traición será duramente castigado), y de él depende las decisiones que pueda tomar el Sultán. Si la información es poder, el conocimiento de los espacios ocultos de la mente es el control absoluto y una manera infalible de anticiparse a cualquier rebelión.
A través de la mirada entre asombrada y desorientada del protagonista el lector avanza bajo el punto de vista de Mark-Alem en la burocrática organización del trabajo del Palacio, desentrañando junto a él los mecanismos de la institución y los anquilosados engranajes que sustentan el poder del Estado. También experimenta, como él, la angustia que supone la responsabilidad de un trabajo como el suyo, continuamente presionado por no errar la interpretación y suspendido bajo la amenaza de un castigo nunca mencionado pero sí imaginado.
La atmósfera de la novela es gris, pesada, alucinatoria y sofocante, reflejo de los muros de ese Palacio en el que la simbología de los sueños puede adquirir tintes de amenaza para el gobernante del Imperio Otomano difuso y temible que retrata Kadaré. Tanto el trabajo como la vida del protagonista están impregnados de un cierto fatalismo que inquieta y atrae a partes iguales, recordando en ocasiones a El Proceso de Kafka. La sensación de irrealidad que emana de las páginas de la novela sumerge al lector en un espacio indeterminado que recuerda al universo onírico que los esforzados funcionarios del Tabir Saray se empeñan por clasificar y desentrañar.
El Palacio de los Sueños: sueños muy reales
Como el propio Kadaré reconoció en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias en 2009, entre el país natal del escritor, Albania, y España, «excepto una breve amistad en el siglo XV», nunca ha existido la menor relación, acentuado este distanciamiento por la ruptura de relaciones del régimen comunista albanés. Este desconocimiento del país y, por tanto, de su literatura, nos exige poner un cuidado especial en la obra del escritor, por todo lo que hay en ella de histórico y veraz, cuidadosamente vestido bajo una pátina de irrealidad y pesadilla característica de parte de la obra de Kadaré.
Kadaré evoca un «estado despótico e implacable con sus súbditos, obsesionado por alcanzar, después de tener el control de sus comportamientos, el control de las conciencias«, tal y como apunta Ramón Sánchez Lizarralde en su Introducción a la edición de Cátedra. Se trata en realidad del mismo estado que el escritor conoció en la Tirana comunista de los 80. El Palacio de los Sueños supone así, para Sánchez Lizarralde y la mayor parte de la Crítica, «…la más violenta y agria denuncia literaria de Kadaré contra el régimen burocrático-despótico de su país.»
La riqueza del texto reside no sólo en su fascinante trama y en el estilo narrativo de Kadaré, sino también en esa recreación de universos totalitarios que nos acercan a la Albania comunista que el escritor se esfuerza por denunciar. Una novela imprescindible cuya lectura se hace obligada. Inmensa.
Ficha bibliográfica
Ismaíl Kadaré: El Palacio de los Sueños, Madrid, Cátedra, 2009, 233 páginas.
La imagen de Ismaíl Kadaré se encuentra en Flickr y tiene (c) de www.alhondigabilbao.com