Álvaro Do Carvalhal (1844-1868) es una de esas figuras cuya obra surge en el panorama literario de un país y que, como una rara flor, se marchita lentamente dejando tan sólo el recuerdo de su belleza difícil de clasificar. Do Carvalhal fue un escritor portugués de trayectoria fugaz, al que apenas dio tiempo a desarrollar (al sobrevenirle la muerte a una edad temprana) su arte como también le sucedió al francés Raymond Radiguet.
Álvaro Do Carvalhal es un escritor interesante y, a la vez, extraño, dentro de la literatura portuguesa. El principal motivo es su vinculación con lo fantástico, ya que se le considera uno de los pocos autores portugueses que trabajaron ese género tan poco frecuente en tierras lusas. Esta peculiar obra se compone de una obra de teatro, El castigo de la venganza (O castigo da vingança, 1862), y seis cuentos, publicados póstumamente bajo el título Contos (1868). Entre ellos destaca Los caníbales (Os canibais), un relato macabro e irónico que acaba de recuperar para el público español la editorial Ardicia.
Lo fantástico y la ruptura con los códigos del género
En Los caníbales nos encontramos con una trama de amor y celos ambientada en una sociedad aristocrática y burguesa, en la que un improbable triángulo amoroso se ve salpicado de extrañas circunstancias que hacen pensar en elementos sobrenaturales y fantásticos. La virginal Margarida está enamorada del anciano, aristocrático y extraño vizconde de Aveleda, quien guarda un secreto bajo su capa de frialdad. Don Joao, un joven acostumbrado a seducir, como un Don Juan, a las jóvenes de la sociedad, ama a su vez a Margarida, pero que no encuentra en ella la correspondencia que busca. La inesperada y desigual unión entre la joven y el vizconde tendrá terribles consecuencias para los tres, en un final dramático que no deja indiferente al lector.
La historia de Los caníbales es clásica en su planteamiento pero innovadora en el tratamiento. Sus páginas emanan el Romanticismo del último cuarto del siglo XIX, influido por autores como Edgar Allan Poe o E.T.A. Hoffmann. Sin embargo, Álvaro Do Carvalhal aporta a esa raigambre fantástica un toque distinto al incluir lo grotesto y la ironía, dando lugar a un relato muy moderno. En este sentido, Maria Manuel Lisboa, en su artículo «The end of civilization in Álvaro do Carvalhal: eating children is wrong«, plantea que a primera vista parece ser una redención de la sobre-excitación del Romanticismo, pero el escritor peruano Fernando Iwasaki va más allá en el prólogo de la edición de Ardicia al plantear que Los caníbales es el punto de partida de la literatura fantástica ibérica del siglo XIX.
Alvaro Do Calvalhal despliega en Los caníbales una trama con un componente fantástico, pero la enriquece gracias a la manera de narrar utilizada, en la que el autor comenta e interpela de manera constante a un lector de avanza en los acontecimientos al ritmo que sabiamente marca el narrador luso: «…el lector debe peregrinar a mi lado por la alta sociedad. He de conducirlo a uno o dos bailes y despertar su interés con misterios, amores y celos de los que se prodigan en esas novelas de maneras afectadas. Preste atención pues, en este momento, comienzo amoldándome a la vieja usanza«. Se trata, por tanto, de una novedosa manera de romper con los códigos del género fantástico del siglo XIX, sin renunciar por ello a toda la tensión y misterio de las narraciones fantásticas.
Este tratamiento que busca romper con los códigos establecidos también se observa en la deliberada omisión del tiempo y del espacio de la trama. Así, el lugar, no especificado deliberadamente por el autor, es lo de menos: «Que escoja el lector, según su capricho, el lugar de la acción, que, en eso, me lavo las manos con tal de que no se ausente del país en que se lea a Dumas y a Kock y donde abunden seminarios, escándalos y sotanas.»
Canibalismo en sus diversas modalidades
Pero, al margen de esa distorsión de los elementos que caracterizaban a los relatos fantásticos del XIX, lo que realmente interesa a Álvaro Do Carvalhal en Los caníbales es plantear una reflexión sobre la canibalización de las clases sociales, que se devoran unas a otras casi sin darse cuenta. En este sentido, la clase a la que pertenece Margarida y su familia, la burguesía, al unirse al vizconde (la aristocracia) lo que hace es apropiarse de sus tradicionales rasgos y acabar con ella. Y, dando un paso más, podemos plantearnos que Los caníbales no sólo nos habla de ese canibalismo social que fagocita a los individuos, sino también del amor como una fuerza que devora a aquellos que caen en sus redes y, en última instancia, del poder corruptor del dinero.
Los caníbales es, por tanto, una obra de varias capas de lecturas, una nouvelle en la que el escritor luso no se lo pone fácil al lector, exigiendo de él una implicación para dar solución a los enigmas y sugerencias que se le plantean. Los caníbales sólo desvela el significado de su título al final del relato, pero el lector ha atravesado un camino mucho más provechoso que la mera solución del enigma. Se trata de un relato que se conduce entre diversos polos, planteando una historia donde hay drama y humor, amor y horror, y elementos grotescos y elegantes. Una de esas obras desconocidas que merece la pena rescatar.
Referencias
Álvaro Do Carvalhal, Los caníbales (traducción de Enrique Moya Carrión; prólogo Fernando Iwasaki), Madrid, Ardicia, 2014, 89 páginas.
La imagen de la portada de Los caníbales (ilustración de Nicholas Stevenson) está tomada de la web de la editorial Ardicia.