Leonora Carrington era una potranca, una yegua, la novia del viento. Fue libre desde su niñez y vivió la vida como quiso, disfrutando, amando, sufriendo. Cayendo hasta las profundidades y levantándose con el poder de los sueños. Pintó y escribió la realidad tal y como la vivió y sintió. Y quizá por eso su figura fascina tanto, un sentimiento que la escritora mexicana de origen francés Elena Poniatowska (1932) transmite en su hermosa novela Leonora, publicada en 2011 y galardonada con el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral ese mismo año.
Elena Poniatowska y Leonora Carrington: una aproximación libre
Como la propia escritora señala en los agradecimientos que cierran el libro, más que una biografía, se trata de una «aproximación libre a la vida de una artista fuera de serie.» Y vaya si lo fue. La mirada de Poniatowska es sin duda la de una amiga y admiradora que dibuja las experiencias vitales de una mujer excepcional. El lector no puede hacer otra cosa que rendirse ante las dos mujeres: ante la pintora y escritora inglesa por su fascinante vida y obra, y ante la narradora y periodista mexicana por su capacidad de novelar la Leonora real con la palabra capaz de construir una mujer que devoró la vida a dentelladas, una giganta que conoció la vanguardia parisina de los años treinta, que amó a uno de los genios de la pintura de su época, que cayó en la depresión y en la locura, que huyó de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y que abrazó con desconcierto un México fabuloso y vital en el que acabó sus días.
La prosa de Elena Poniatowska vibra como la obra de Leonora (1917-2011), surgida de las profundidades de la mente, y se agita nerviosa para construir a la niña bien que se reveló contra el destino de la clase alta inglesa en la que creció y de la que escapó como la yegua que se sentía para pintar en París y acabar en los brazos de Max Ernst, por aquel entonces veintiséis años mayor que ella, con el que vivió una turbulenta historia de amor. Y, a su alrededor, algunos de los grandes genios del arte, como André Breton, Marcel Duchamp, Joan Miró, Pablo Picasso o Salvador Dalí.
La vida de Leonora Carrington se desborda en las páginas del libro como la imaginación que rodeaba a la artista, inundando al lector con la sombra de una mujer apabullante y seductora, un ser que vivió comprometido con la libertad y la energía.
La pluma de Poniatowska nos traslada de la campiña inglesa al París de los años treinta, donde bulle la bohemia y el surrealismo. También nos adentra por los laberintos de la pasión por Max Ernst, y, sobre todo, por los horrores de la locura que llevó a Leonora a ser recluida por su familia en un hospital psiquiático de Santander, donde fue sometida a tratamientos que hoy, y sobre todo entonces, sólo sirvieron para encerrarla en el horror y el desconsuelo. Además vivimos, mediante su prosa, la salvación gracias al poeta y periodista Renato Leduc, la intensa amistad con la pintora española Remedios Varo, la maternidad y la vejez en un país desconcertante y explosivo.
Leonora es un libro construido, como las pinturas de su protagonista, con sueños y pesadillas, lleno de trazos de color y pinceladas surrealistas. Pero, sobre todo, es una propuesta de lenguaje vivo y rico, una demostración del talento de Poniatowska, capaz de llenar casi quinientas páginas con un sentido narrativo y en ocasiones poético (por desgracia) poco habitual en las letras españolas de la actualidad. Habrá quien piense que la (admirada) mirada de Poniatowska encumbra la vida de la artista sobre su obra, construyendo una figura quizá lejos de la realidad. Es posible. Pero da lo mismo. Leonora se lee como si se bebiera agua tras un largo periodo de sed. Llena de vida y sacia.
Referencias
Elena Poniatowska, Leonora, Barcelona, Seix Barral (colección Booket), 2014, 510 páginas.
La imagen de portada es una foto tomada por Lee Miller en 1937, en la que aparecen Paul Éluard, Leonora Carrington y Max Ernst. La imagen de Elena Poniatowska está tomada de Wikimedia Commons.