António Patrício (1878-1930) es una de esas figuras literarias de vida azarosa que, pese a sus virtudes artísticas, no han logrado tener el lugar de prestigio que merecían, ni tan siquiera dentro de las fronteras de su país.
El portugués António Patrício iba para médico, pero terminó desarrollando una carrera diplomática que lo llevó por diferentes lugares del mundo como La Coruña, Manaos, Bremen, Atenas, Estambul, Caracas o Londres. Al mismo tiempo, se entregó a la actividad literaria que tuvo su expresión en teatro, narrativa y poesía, con relativo éxito en su época. Como poeta destaca el poemario Oceano (1905), y en su faceta como dramaturgo O Fim (1909) y Pedro, o Cru (1918). Los cinco relatos reunidos en el volumen Vigilia inquieta (Serão inquieto, 1910) son la única incursión del luso en la ficción, un libro hoy olvidado que ha recuperado este año la editorial Ardicia con la traducción de Julio Reija.
Los cuentos contenidos en Vigilia inquieta tienen como elemento vertebrador una serie de personajes en los que su hiperestesia revienta las costuras narrativas de este libro «decadente y simbolista», como lo denomina el escritor Luis Antonio de Villena.
António Patrício elaboró un conjunto de relatos en los que los personajes viven sus emociones y sentimientos al límite. Así, en el emocionante relato “Precoz”, encontramos un niño enfermo que agoniza y al que su madre acompaña hasta el último momento, envueltos por la luz de la luna que ve apagarse la vida del pequeño. Su aguda hipersensibilidad le permite hacer la transición de un mundo real, el que siente y padece su madre, a un mundo si acaso fantástico donde la muerte es un concepto inexistente.
En el relato «Diálogo con un águila», por su parte, las emociones fluctúan desde la indignación al odio. Se trata de un cuento de corte casi fantástico donde su narrador establece un encendido diálogo con una vieja y maltrecha águila encerrada en una jaula de un palacete abandonado. Una excusa para hablar del ser humano, incapaz de sentirse vinculado con la tierra y el resto de seres que lo circundan, sometidos a su voluntad.
Además de esta mirada hacia las encendidas emociones de los personajes, encontramos en la narrativa del escritor luso un interés por plantear un conjunto de seres que luchan por zafarse de los dictados de la sociedad, como el mendigo Veiga, antes funcionario, el viajero dibujante de fuentes Harry Young o la cocotte Suze.
Más que la realidad que los rodea, António Patrício prefiera sondear sus interiores, las emociones y pensamientos de sus criaturas. Son interiores oscuros, insondables y en ocasiones insomnes, que el lector descubre y explora gracias a la vela con la que ilumina el escritor portugués. Lo que nos encontramos son poco convencionales personajes-símbolo de vida desgraciada, que tienen en el amor, en sus distintas versiones, una cierta salvación.
Vigilia inquieta, “uno de los más perfectos libros de cuentos que se han escrito en Portugal” según Fernando Pessoa, es un libro que avanza hacia la noche, sumergiéndonos en una lectura de iluminación tenue y frágil. El mundo que presentan sus cinco relatos es el del desencanto y la tristeza, en el que un conjunto de seres trata de avanzar en la vigilia de la noche hacia un punto de luz improbable. Pese a un cierto lastre en el lenguaje, anclado en el simbolismo-decadentismo de principios del siglo XX lleno de expresiones grandilocuentes y un gusto por el preciosismo narrativo, los relatos de Vigilia inquieta se disfrutan en su imperfección.
Referencias
António Patrício, Vigilia inquieta (traducción de Julio Reija; ilustración de portada Bea Crespo), Madrid, Ardicia, 2014, 144 páginas.
La ilustración de portada es de Bea Crespo. La imagen del escritor António Patrício está tomada de la web del Instituto Camoes.