Hay autores que, pese a haber gozado del reconocimiento de muchos de sus contemporáneos, quedan relegados a un discreto segundo plano con el paso de los años. Segundo o incluso tercer plano. Y, a veces, hasta el olvido.
Así, si mencionamos el nombre de Leonard Merrick (1864-1939) a la gran mayoría de nosotros no nos dirá nada su nombre, pero se trata de un escritor inglés admirado por autores de la talla de Chesterton, Virginia Woolf o George Orwell. ¿Significa eso algo para el lector del siglo XXI? En parte. Al menos, nos pone sobre la pista de la obra de un autor singular. Que no es poco.
Leonard Merrick: realidad e ilusión
Como muchos escritores de la historia de la literatura, Leonard Merrick estaba destinado a las leyes. Cursó estudios en Brighton y Heidelberg, pero tras sufrir su familia un revés financiero, tuvo que trasladarse a la lejana Sudáfrica para trabajar en un bufete de abogados en las explotaciones de diamantes de la región. Una vez que volvió a Inglaterra, colgó la toga y comenzó una carrera como actor y dramaturgo en las últimas décadas del siglo XIX, una experiencia vital que se refleja en muchas de sus obras, donde los personajes se encuentran vinculados al mundo de la cultura y el arte.
Es el caso del relato La dama y los laureles (The lady and the laurels), una nouvelle de apenas cien páginas publicada por primera vez dentro del volumen The man who unterstood women and other stories en 1908, que ahora recupera la editorial Ardicia con traducción de Julia Osuna.
En La dama y los laureles encontramos a William Childers, un joven recién licenciado que aspira a ser poeta y gozar de los laureles del éxito. Sin embargo, su madre no ve tan clara esa vocación y decide enviarlo a Sudáfrica, donde vive su tío. El objetivo es hacer de él un «hombre de provecho» en las minas de diamantes donde éste trabaja. Pronto se revela que William no tiene ningún interés y aptitud para el comercio y termina desempeñando un gris y aburrido trabajo como escribiente en el juzgado de Du Toit’Pan. Un día, llega a la población una célebre actriz, Rosa Duchêne, para representar La dama de las camelias en un teatro local. Su presencia supondrá para el joven Childers un cambio radical en su monótona existencia.
La dama y los laureles trabaja sobre los polos antitéticos, especialmente la confrontación entre deseo y realidad.
Con este argumento, repleto de situaciones marcadas por los sobreentendidos y las medias verdades, el escritor inglés Leonard Merrick urdió una novela de matices psicológicos, donde la sencillez de la trama recorre los estados del ánimos de los personajes logrando esbozar sus características de manera sutil pero eficaz.
Pero, sobre todo, La dama y los laureles trabaja sobre los polos antitéticos, especialmente la confrontación entre deseo y realidad. El caso del protagonista, el joven William, es el que mejor ejemplifica esta doble cara de la moneda, en la que Leonard Merrick plantea el querer ser poeta de su personaje y la realidad que demuestra que no tiene demasiado talento, aunque sí un gran entusiamo e ilusión.
Así, el universo del protagonista gira en torno a una aburrida existencia como escribiente en un juzgado y una tenaz ilusión de tener éxito como poeta, lo que le convierte en una marioneta frente a los sueños y las decepciones. Es admirable cómo Leonard Merrick esboza no sin ternura el tensón y perseverancia del joven por convertirse en el hombre que quiere ser, frente a la realidad que le obliga a desempeñar un trabajo alimenticio que no le gusta. Precisamente son esas ensoñaciones las que le hacen vulnerable ante sus compañeros, que se valen de esa inocencia y candidez para aprovecharse y gastarle una broma pesada. Aunque, paradójicamente, la ceguera del personaje (real y metafórica), es la que le permite lograr su sueño de ser un gran poeta y ser amado por la mujer que admira.
Además de esta visión, en parte desencantada, en parte piadosa, de la ilusión cumplida del protagonista, Leonard Merrick también retrata en La dama y los laureles la sociedad de provincias de cultura poco refinada, poco interesada en las obras de teatro y más en la celebridad que las protagoniza: «…siguió una conversación agotadora entre el hombre y la chica, durante la cual el público reprimió su impaciencia lo mejor que supo; a pesar del aire de apreciación entusiasta que adoptaban muchos, pocos había que entendiesen más de una palabra suelta aquí y allá.»
La dama y los laureles es, en definitiva, un relato sencillo y sin pretensiones que se lee de una tirada y se termina con un gusto amargo. William Childers consigue sus sueños, pero el lector no puede dejar de sentir una punzada al conocer la inesperada manera en la que ha logrado hacerlo. La felicidad, a veces, no es más que un autoengaño.
Referencias
Leonard Merrick, La dama y los laureles (traducción de Julia Osuna Aguilar; postfacio de William Dean Howells; ilustración de portada Hollie Chastain), Madrid, Ardicia, 2015, 97 páginas.
La imagen de Leonard Merrick está tomada de la web Looking for Mabel Normand.
La imagen de portada de La dama y los laureles es de una ilustración de Hollie Chastain, cortesía de la editorial Ardicia.