Isabella Bird (1831-1904) fue una mujer extraordinaria. Para su época y para la nuestra. Una mujer que hizo de los viajes y de la búsqueda de la aventura una de sus principales pasiones. Australia, Estados Unidos, China, Corea, Vietnam, Singapur, Malasia, Tíbet, Persia, Turquía o Irán fueron algunos de los destinos que esta singular exploradora del siglo XIX, pero su relato de las regiones desconocidas de Japón, Japón inexplorado (Unbeaten tracks in Japan, 1880, traducido por Carlos Rubio para La Línea del Horizonte) se erige como uno de los más singulares y excepcionales relatos de viajes escritos a finales del fin de siglo.
Tras los pasos de la primera mujer que viajó en solitario al Japón más desconocido
Japón inexplorado narra, en primera persona, la travesía de Isabella Bird por regiones de Japón en las que por aquel entonces no habían llegado viajeros occidentales (como, por ejemplo, la isla de Hokkaido). Se trata, por ello, de un fascinante recorrido por un país diverso y chocante, en el que se muestra el Japón más rural y desconocido como el que poblaban las tribus aborígenes de los ainus, de los que apenas se tenían noticias en la Europa de Isabella Bird.
La escritora y exploradora británica construye su narración mediante el recurso de unas cartas enviadas a su hermana y a un círculo cercano de amigos, decisión acertada que sitúa al lector como compañero de camino y lo hace «compartir las vicisitudes del viaje, la incomodidad, la dificultad y el tedio«. Por ello, Japón inexplorado no es, como la propia autora indica, un «Libro sobre Japón, sino una narración de viajes por Japón y un intento de contribuir al conocimiento de la situación actual del país.» Las cartas dan cuenta de esa mirada entre sorprendida, conmovida y, por qué no decirlo, disgustada, sobre todo en aquellas situaciones en las que las costumbres niponas se alejaban de su ideal del «decoro» y del buen gusto.
En este sentido, aunque la intención de Isabella Bird fue compartir su relato de viaje y ampliar los conocimientos que se tenían de las poblaciones y culturas más remotas del país asiático, el lector actual se enfrenta, además de a un fascinante libro de viajes, a un retrato preciso acerca de la mentalidad y visión europeas, en parte clasistas, en parte incluso racistas. Pero, como indica el profesor Carlos Rubio en su prólogo, si bien esto es cierto, Isabella Bird debe valorarse, ciertamente, como una representante de las visiones etnocéntricas más crudas de su tiempo, pero también como una mujer extraordinaria, la primera en adentrarse en solitario, y expuesta a todo tipo de imprevistos, por el Japón en el que ningún occidental se había atrevido a transitar hasta entonces.
Isabella Bird fue realmente una mujer extraordinaria que no dudó en enfrentarse a todo tipo de incomodidades y contratiempos durante viaje. Quizá el más recurrente fue el tormento causado por mosquitos, pulgas y demás insectos del verano japonés, pero también insospechadas monturas como vacas, a lomos de las que recorrió parte de su camino. Porque, a tenor de sus palabras, el viaje no fue cómodo para Isabella Bird, una mujer de gran entusiasmo pero salud delicada. Ya fuera a caballo, a pie, en barco o kuruma, la autora desafía la asombrada mirada de las gentes que se cruzaban su camino y, junto a su guía y traductor Ito, afronta su viaje con el interés de una científica empeñada en llegar al final de su destino.
Japón inexplorado es un curioso e interesante libro de viajes que nos ofrece un retrato de la mentalidad finisecular pero, sobre todo, que nos adentra en el Japón más desconocido, mediante un entretenido relato lleno de anécdotas, imágenes y estampas que perduran, una vez finalizada su lectura, en nuestro imaginario sobre el País del Sol Naciente.
Isabella Bird, Japón inexplorado (traducción, prólogo y edición de Carlos Rubio), Madrid, La Línea del Horizonte Ediciones, 2018, 355 páginas.Imagen de portada: Geisha, de Kusakabe Kimbei (ca. 1870).