La señora Armitage relata a su psiquiatra su vida. El tono es triste. Habla como una mujer confusa que hace lo que puede por no derrumbarse. No tiene claro que ir a las sesiones le ayude, pero aún así lo intenta. Parece que la fuente de insatisfacción está en su vida matrimonial y familiar. Aún así, la señora Armitage no sabe qué le pasa. Así comienza la novela El devorador de calabazas (The Pumpkin Eater, 1962), el quinto libro de Penelope Mortimer (1918-1999), una escritora que hizo del arte de retratar la amargura y los aspectos menos atractivos de la vida conyugal, así como la posición de sumisión y encarcelamiento de las mujeres de su época, su principal tema literario.
El interés por este ámbito doloroso y asfixiante tiene su origen en la experiencia de la escritora inglesa: tuvo varios matrimonios fallidos, sufrió un aborto y abusos de su propio padre, tuvo una complicada relación con el escritor y abogado John Mortimer, cuya unión estuvo marcada por diversos adulterios y una esterilización que la dejaría marcada de por vida. Éste es precisamente el argumento que vertebra la historia de El devorador de calabazas, su trabajo más celebrado, en la que Mortimer narra la vida de la señora Armitage, una mujer que, como ella, ha tenido varios hijos de diferentes maridos, una tempestuosa relación con Jake, un guionista de cine que le obliga a abortar tras quedarse embarazada por octava vez -intervención que acaba con una esterilización no deseada-, y la sensación de que su vida tiene un enorme vacío que no sabe cómo llenar.
El devorador de calabazas: la jaula del matrimonio y la maternidad
Partiendo de este dramático argumento, Penélope Mortimer construye una novela que gira en torno a esos aspectos que influyen de manera determinante y negativa en la mujer. Por un lado, el matrimonio como institución que produce un daño irreparable en mujeres vulnerables emocionalmente, y, por otro, la maternidad como grillete que encadena a una vida que se reduce a la mera atención y cuidado de los demás.
Con este planteamiento, el retrato que realiza la escritora del matrimonio protagonista de El devorador de calabazas es demoledor y sólo parece querer mostrar la parte más amarga y destructora de esta unión, que nace del amor y la confianza y poco a poco va degenerando para acabar transformando a sus miembros en seres insatisfechos. En esta línea, Penelope Mortimer explora la profunda insatisfacción que produce esta institución en las mujeres como la señora Armitage, para la que la maternidad es una manera de dar sentido a su vida y, a la vez, de alienarla.
Penélope Mortimer construye una novela que gira en torno a esos aspectos que influyen de manera determinante y negativa en la mujer. Por un lado, el matrimonio como institución que produce un daño irreparable en mujeres vulnerables emocionalmente, y, por otro, la maternidad como grillete que encadena a una vida que se reduce a la mera atención y cuidado de los demás.
La psicología de la protagonista es un trabajo de construcción con el que la escritora también exorciza su propia experiencia personal. La señora Armitage (que carece de nombre, como si fuera una pertenencia más de su marido Jake), es una mujer vulnerable a la que la maternidad y el matrimonio aportan vagos motivos para aplacar una soledad y un sentido de culpa que es incapaz de identificar. Sí que lo consigue el lector, que a través de la conversación con el psicólogo y sus difusos pensamientos, es aproximarse a la psicología de una mujer que no se conoce a mí misma: «No sé quién soy, no sé cómo soy, ¿cómo puedo saber lo que quiero? Solo sé que sea buena o mala, sea o no una bruja, sea fuerte o débil, despreciable o una maldita mártir… Sea gorda o flaca, baja u alta, porque no lo sé… quiero ser feliz. Quiero encontrar el modo de ser feliz, sea cual sea. ¿Ves? Todo lo que digo suena absurdo. Es como si hablase un niño. Ni siquiera creo en mí misma.»
Así, la mujer que retrata Mortimer no es capaz de autoafirmarse y reclamar su espacio porque es dependiente en muchos niveles. El patriarcado y los roles fijados por la sociedad de su tiempo la han convertido en una muñeca. Se trata de una mujer incapaz de abandonar la jaula que le ha dado a su vida ese significado que busca. La jaula no es otra que la casa que se afana por mantener, estructura metafórica que en la novela El devorador de calabazas alcanza el culmen en la torre que la familia Armitage está construyendo y que, al final de la novela, es el lugar donde la protagonista se refugia en busca de respuestas, sin advertir que un lugar de este tipo nunca se las dará. Frente a la Nora de Casa de Muñecas de Ibsen, que toma la puerta y sale de la jaula para emprender su camino hacia la libertad personal, la señora Armitage decide encerrarse en la torre porque carece de herramientas para romper su dependencia, como un canario que ha crecido toda su vida en cautiverio y ya no sabe lo que es volar.
Ése es precisamente uno de los rasgos de los personajes femeninos que a la escritora inglesa le interesa explorar. Pese a que tanto los hombres como las mujeres de los matrimonios de las novelas de Mortimer sienten la necesidad de escapar del hogar (por ejemplo, mediante la maternidad, en el caso de la señora Armitage, como el adulterio, como en el caso de Jake o Beth Conway), no se llega a una solución satisfactoria que les dé esa felicidad que anhelan.
El matrimonio es, por tanto, una prisión en la que los hijos actúan como grilletes. Penelope Mortimer se encarga de sugerirlo en varias ocasiones, mostrando una visión realista aunque cruel de la institución. Así, cuando la señora Armitage se queda nuevamente embarazada, su madre no es capaz de alegrarse y le acusa de ser una inconsciente. La reacción de su marido Jake es mucho más hostil y las razones que expone son egoístas. Cuando la amante de Jake se queda embarazada de manera inesperada, el marido burlado insiste en que la forzará a ser madre para que sufra la tiranía de la crianza y la falta de libertad.
El devorador de calabazas no es una novela complaciente ni adecuada para «pasar el rato». Es un libro para enfrentarnos a una perspectiva negativa y, al mismo tiempo, realista, del matrimonio y de la maternidad. La editorial Impedimenta ha apostado fuerte en su rentrée literaria de este otoño y nos propone acercarnos a la obra de una escritora necesaria, que inspiró una película en 1964 con Anne Bancroft y James Mason como protagonistas.
Por cierto, estupenda portada la de Impedimenta, que ha recurrido a la imagen de un prospecto de anticonceptivo de los años 60, un irónico guiño a la protagonista de El devorador de calabazas que encaja a la perfección con la novela.
Referencias
Penelope Mortimer, El devorador de calabazas (traducción de Magdalena Palmer), Madrid, Impedimenta, 2014, 233 páginas.
La imagen de la portada es cortesía de la editorial Impedimenta. La foto de Penelope Mortimer está tomada de su web.