Alan Pauls (1959) es un escritor, guionista y ensayista argentino que quizá no resulte muy familiar entre el gran público, si bien entre los pequeños círculos literarios es una voz reconocida con una trayectoria sólida que comenzó en los años ochenta. En España el Premio Herralde lo situó en el panorama nacional al ganarlo en 2003 con su novela El pasado.
Al escritor argentino Alan Pauls le gusta la literatura que hace sentir «incómodo y desubicado». En esto El pudor del pornógrafo, pese a ser una primera obra -con todas las virtudes y defectos que las opera prima tienen-, muestra la voluntad de Pauls por construir una novela incómoda, extraña, que no ofrece al lector respuestas claras y le obliga a replantearse su relación con la literatura.
En ella se desarrolla la historia de un pornógrafo que, recluido en su apartamento, responde a las cartas que hombres y mujeres desconocidos le escriben narrándole sus experiencias sexuales. El cómo y el porqué quedan sin resolver. En esa correspondencia se introduce Úrsula, con la que el protagonista intercambia cartas de amor que muestran al lector la situación kafkiana en la que vive atrapado, «consagrado a la respuesta de una interminable correspondencia» que lo reduce a una condición de fantasma con una existencia agotada y vacía que sólo las cartas de Úrsula logran llenar.
Alan Pauls y la literatura que quiere hacer sentir incómodo
El pudor del pornógrafo es una novela con cierto aire experimental, que juega con la situación límite planteada y obliga al lector a enfrentarse a una novela extraña y en ocasiones incómoda. Pero no tanto por el tema, sobre el que pasa el autor por encima, sino por lo claustrofóbico de la relación entre los personajes y el desconcierto que provoca una historia no resuelta con muchos interrogantes. En este sentido, y sobre la vinculación con lo pornográfico o lo erótico en su obra, Alan Pauls señala:
A mí me interesa mucho de la pornografía lo literal, la literalidad. Me interesa mucho esa experiencia en la que se alcanza como una especie de tope, la literalidad es una cosa por un lado muy básica como si hubiera una especie de sentido que no llegara a despegar y al mismo tiempo es un límite, haber llegado muy lejos. Entonces, por ejemplo, el cine porno y la imagen porno, a mí me interesan mucho más que la imagen erótica. Hay una especie de descarnamiento del lenguaje que me parece más atractivo que ese juego de velos o secretos y escondites que plantea la imagen erótica. (…) Y en la literatura me interesa mucho el efecto de obscenidad, de abyección que produce una incrustación porno en medio de una prosa elegante y elevada. Me gustan mucho esas caídas de la prosa. Y eso también me gusta hacerlo con el mal hablar o con la injuria. Me gustan las perdidas de altura, cuando las prosas pierden altura. Parecen estar como instaladas en un lugar súper aristocrático y de repente bajan a un plano obsceno. Me parece como una tela que se rompe, que se desgarra. Eso me gusta porque me gusta mucho que las cosas no sean homogéneas.
El pudor del pornógrafo es una novelita de iniciación, con muchos rasgos de primera obra aunque con una interesante propuesta narrativa y argumental que exige del lector una relación comprometida con la novela. Para los amantes de las historias de desconcierto y vacío.
Referencias
Alan Pauls, El pudor del pornógrafo, Barcelona, Anagrama, 2014, 160 páginas.
La foto de Alan Pauls es de La Nación | Martín Turnes. La imagen de portada es de la obra de John Currin «Ann Charlote», de la portada de la edición de Anagrama.