Cada vez que voy a una librería me asalta la misma duda: ¿es normal que en España la cultura sea tan cara? ¿Se fomenta la lectura (y, por extensión, la compra) de libros con la actual política de precios?
La reflexión puede parecer ingenua, pero en tiempos de crisis como los actuales vuelve a estar vigente. Muchos argumentarán que la posibilidad de utilizar las bibliotecas pone en un segundo plano el debate. Es cierto que las bibliotecas cumplen una labor social y cultural, pero esta posibilidad sólo se da cuando se trata de obras clásicas o editadas en años anteriores. Entonces, ¿qué ocurre cuando un lector quiere acceder a las últimas novedades literarias?
Novedades literarias: pase por caja
Supongamos que una persona, lector habitual, conoce gracias a un suplemento literario, sección cultural, blog, etc. que se acaba de publicar una interesante novela, ensayo o poemario. Intenta adquirirla ya sea mediante la compra en la librería u on-line a modo de libro electrónico, y se encuentra con un ratio de precios en muchos casos superior a los 20 euros. ¿Existe alguna otra opción?
Todo esto viene a propósito de lo que ha supuesto comprar recientemente tres «novedades»: Némesis, de Philip Roth (su esperada última novela); Sunset Park, de Paul Auter (con varios meses de recorrido) y El mar y el veneno, de Shusaku Endo (escrita en 1958 pero reeditada en nuestro país en 2011). Los tres, con precios que rondaban los 18-22 euros.
¿Existía alguna posibilidad de hacerse con este tipo de libros (en su formato físico, no digital) de otra forma? No.
- Es imposible acceder a ellos en forma de préstamo ya que las bibliotecas no ofrecen habitualmente novedades hasta pasados varios meses desde su fecha de publicación.
- Las editoriales españolas lanzan sus novedades en formatos de pasta dura (y en ocasiones ni siquiera eso), a un precio elevado y siempre superior (casi siempre el doble) al d la edición de bolsillo. Ni rastro del cartoné.
- Las ediciones de bolsillo no son lanzadas hasta pasado casi un año… o más. Si quieres leer una novedad, tienes que esperar a que deje de serlo.
Los editores tienen el legítimo derecho de poner en venta sus «productos» al precio que consideren justo para compensar desde los derechos de propiedad intelectual de su creador hasta los gastos de producción, almacenamiento o distribución. Pero no debe olvidarse que se trata también de objetos culturales y, como tales, se debería considerar el que éstos fueran accesibles para todos, a precios razonables y en varios formatos.
Otro punto a tener en cuenta, además del precio, es precisamente el formato de edición de los libros. La rústica o tapa dura es, en muchos casos, una excusa para incrementar los precios de manera irreal; muchos libros no están bien editados, tienen un papel de calidad pésima, una dirección artística muy pobre (portadas espantosas, en general) e incluso traducciones indignas. Algunas editoriales, sobre todo las llamadas «pequeñas», ponen un mayor mimo en la calidad de sus ediciones, pero muchas «grandes editoriales» «fabrican» los libros en serie y con unas características que no justifican el precio de venta.
En este sentido, hay verdaderos «adictos» a las ediciones de bolsillo que defienden la mayor comodidad de este tipo de formato, ventajoso no sólo en lo económico, sino también por su fácil manejo, menor peso, comodidad y menor volumen. Pero para poder adquirir una «novedad literaria» deben esperar pacientemente a que el editor considere que el libro en rústica ya ha realizado el suficiente recorrido.
Sea cual sea el formato, los libros editados en España (uno de los países donde más volúmenes se editan de Europa) salen al mercado a un precio superior al de su coste de producción. Muchos estarán en contra de estos argumentos y hablarán de costes añadidos como el de distribución, almacenamiento, etc. Es cierto. Pero también lo es que se venden libros con una calidad (no sólo literaria) muy baja, y los lectores están pagando (cada vez menos) por ellos más de 20 y 25 euros.
Un tema sobre el que tendríamos que reflexionar todos.