Leo en los periódicos que Hollywood ya tiene listo y preparado (lo que se prevé) un taquillazo basado en un conocido relato infantil: la versión de Caperucita Roja de Charles Perrault.
Sin haber podido ver más que un trailer, parece que la traducción al celuloide está destinada a un público adulto (en realidad, adolescente) que contempla los clásicos de su niñez desde «otra perspectiva».
Lo que en el lenguaje comercial de Hollywood quiere decir: más acción, más espectáculo, más romance, más sexo y… menos profundidad. Una corriente que parece haberse instalado en el cine de nuestra época, fagocitador de literatura tanto infantil como adulta pero sin el peso o la complejidad que ésta pueda conllevar.
El cine es cosa de niños
La adaptación cinematográfica de literatura destinada a un público infantil o juvenil siempre ha existido, siendo casi un género en sí mismo, como lo son también las versiones de cómics de superhéroes o, recientemente, las llamadas «novelas gráficas», es decir, cómics destinados a un público adulto. Ahí están 300, Persépolis, Sin City o la televisiva The Walking Dead. Pero no nos estamos refiriendo a los filmes de Disney, claramente orientados a un público intantil, sino a esa reinterpretación que dice ser más «adulta» de los cuentos para niños.
En este sentido, se podría pensar que la búsqueda de un público maduro puede ayudar a reinterpretar la literatura infantil desde un punto de vista más complejo, más oscuro si se quiere. Pero Hollywood no parece pensar de esa manera.
Vampiros y conejos blancos
Pongamos algunos ejemplos.
El material de la trilogía de Stephenie Meyers, supuestamente dirigido a un lector maduro, no contenía en sí mismo mucho más que una historia de vampiros en la que los habituales dramas de la cultura americana teen son los protagonistas. El vampirismo siempre ha sido un tema atractivo, con muchas posibilidades para explorar la condición dual y oscura del ser humano. Pero, ¿qué ha reinterpretado el cine de esta corriente? El espectáculo y el romance más plano. El ser sobrenatural y la atracción por lo desconocido y por las fuerzas de la «oscuridad». Los argumentos de las novelas bizantinas, con sus jóvenes protagonistas cuyo amor era puesto a prueba por mil aventuras, eran infinitamente más entretenidos.
Por otro lado, el director de cine Tim Burton tambien ha explorado la literatura infantil desde su personal y esteticista visión. Charlie y la fábrica de chocolate y la más reciente Alicia en el País de las maravillas, ambas dirigidas a un público, más que adolescente, adulto, no lograron pasar de ser adaptaciones muy visuales y con un cierto tono irónico y hasta autoparódico, pero las luces y sombras de los magníficos relatos de Dahl y Lewis Carroll se atenuaron en favor de un espectáculo agradable, de fácil consumo y en ocasiones un tanto camp.
Ahora llega la adaptación de Caperucita Roja dirigida claramente a adolescentes. Un relato, según nos cuentan, más «adulto y oscuro». Vistas las imágenes del avance, parece que la película seguirá la misma estela que sus predecesoras: espectáculo visual con todas las premisas necesarias para entretener al público adulto-adolescente. Un producto de consumo masivo, superficial. Nada de buscar las aristas y los espacios complejos de los relatos infantiles de los hermanos Grimm, Andersen o Perrault, no vaya a ser que el público quiera reflexionar sobre lo que ve en la gran pantalla. Vista la tendencia, parece que estas adaptaciones hacen crecer a sus personajes, pero continúan siendo para un público que aún no ha madurado.
Referencias
La imagen es Little Red Riding Hood, por F.O.C. Darley, 1850, y la puedes encontrar en Wikimedia Commons.