Henry sostiene un cigarrillo mientras piensa en la biblioteca de su cabaña de Big Sur. Mira hacia un punto indeterminado, quizá recordando a Anaïs, quizá pensando en que le gustaría que sus cenizas reposasen en ese pedazo de tierra. Le rodean sus viejos libros y obras de arte de todo tipo.
Se nota que posa: a Henry nunca le gustó escribir de manera sedentaria. Escribir se hace en los «momentos tranquilos, en silencio», y no en una mesa con una máquina de escribir. La luz inunda la sala. Invita a salir. Invita a vivir.
Henry Miller en Big Sur (California).