Teru Miyamoto (Kobe, 1947) es uno de esos autores japoneses contemporáneos que, como Kobo Abe o Shusaku Endo, no gozan de una especial atención mediática fuera de las fronteras de su país en detrimento de superestrellas como Haruki Murakami o galardonados con premios occidentales como el Premio Nobel Kenzaburo Oe. Se trata, sin embargo, de uno de los narradores más reconocidos de su país, cuya obra ha sido además merecedora de premios de prestigio como el Akutagawa, el Yoshikawa Eiji o el Osamu Dazai. En español, por el momento, sólo la editorial barcelonesa Alfabia ha publicado tres de sus más de ochenta libros.
Historias de desolación y esperanza: el mundo literario de Teru Miyamoto
El mundo literario de Miyamoto se construye sobre la austeridad y la economía de medios. Su estilo está lejos de la grandilocuencia y artificio y según el periodista Gonzalo Robledo, «para los traductores de Miyamoto, el principal reto es encontrar el tono y el ritmo de una narrativa afinada, libre de estridencias y sin ninguna concesión a las tendencias de moda.» El escritor nipón se caracteriza, además, por su prodigiosa capacidad de fabular historias ancladas en la cotidianidad, como sucede en la novela coral Gente de La calle de los sueños (Yumemidori no hitobito, 1989), o en el mundo íntimo de los individuos, como en la delicada Kinshu. Tapiz de otoño (Kinshu, 1982).
Las primeras obras de Teru Miyamoto ya rebelan el que será uno de sus grandes temas, la desolación de la posguerra en Japón tras la II Guerra Mundial, así como su interés por los desfavorecidos, por las clases populares que vivían en la desolación de un país vencido que luchaba por reconstruir su identidad.
Esas obras nacieron en los años 70 y tienen a diversos ríos como eje vertebrador y telón de fondo de sus historias. Hablamos de Río de lodo (Doro no kawa), que se publicó en 1977 y recibió el prestigioso premio Akutagawa -que reconoce la labor de escritores noveles japoneses-, y El río de las luciérnagas (Hotarugawa, 1978), que recibió el premio Osamu Dazai. Los dos relatos han sido publicados recientemente por la editorial Alfabia bajo el título del segundo relato y traducción de Jesús Carlos Álvarez Crespo.
En esas narraciones hay una mirada hacia los derrotados, los soldados y el proletariado, grupos sociales que, junto a su país, hubieron de reconstruirse como mejor supieron, sin lograr hacerlo en la mayoría de las ocasiones y viéndose aplastados por las circunstancias. Así, tanto en Río de lodo como El río de las luciérnagas, los protagonistas son gente trabajadora, a menudo personas que luchan contra las vicisitudes y problemas que generó el rápido crecimiento económico de la Osaka de postguerra.
Y, como capa que recubre los relatos de Teru Miyamoto, encontramos otro de los aspectos característicos de su narrativa: la nostalgia. En El río de las luciérnagas esa nostalgia viene «personificada» por las luciérnagas, ya que para los japoneses estos insectos luminosos tienen una gran capacidad de evocación: son sinónimo del verano. La imagen representa, además, esa iluminación, ese momento de belleza efímero que surge de la oscuridad.
Teru Miyamoto y la carga simbólica de los ríos
Tanto en Río de lodo como en El río de las luciérnagas los ríos tienen una dimensión simbólica que se liga a las vicisitudes de los protagonistas, en ambos casos niños que viven experiencias de iniciación y transición hacia la etapa adulta.
En Río de lodo encontramos a Nobuo, un niño de ocho años que al inicio del relato conoce a Kiichi, un chaval que vive junto a su hermana y madre en un barco anclado en el río Aki, en Osaka. Los chicos se harán pronto amigos, pero poco a poco el protagonista se dará cuenta de que las circunstancias de Kiichi y su familia poco tienen que ver con las suyas. El río de las luciérnagas, por su parte, nos lleva hasta la región de Kansai, en la costa del Mar de Japón, donde su protagonista será el adolescente Tatsuo, que debe enfrentarse a la grave enfermedad de su padre y al inicio de su amor por su compañera de clase Eiko, una historia que culminará con la búsqueda de la «lluvia» de luciérnagas junto al río Itachi que sólo puede verse al final de la primavera.
Como decíamos, los ríos tienen en los dos relatos casos un fuerte valor simbólico. De hecho, la importancia de los ríos en la literatura de Teru Miyamoto no es casual, y presenta reminiscencias de la propia infancia del escritor en la región de Osaka de postguerra.
Esa dimensión simbólica podemos vincularla al agua, una de las imágenes primordiales que el filósofo y poeta francés Gaston Bachelard (1884-1962) tratara en su clásico El agua y los sueños (L’Eau et les rêves: essai sur l’imagination de la matière, 1942). Pero el volumen de Alfabia, que ha reunido con acierto los dos relatos, nos presenta dos perspectivas del agua, de los ríos, opuestas.
Así, en el primer relato encontramos un agua inmóvil, sucia, de la que no parece que vaya a haber ningún cambio. Un anticipo, quizás, de la vida del pequeño Kiichi y su familia, ejemplo de esos deshederados de la postguerra japonesa cuya existencia no mejorará. No es por tanto un agua móvil y purificadora, sino lodo y suciedad en el que los personajes se mueven pero del que no pueden escapar. Ahí las distintas vías que se presentan ante los personajes vienen determinadas por su vinculación con el río: mientras para Nobuo el futuro se presenta como una incógnita de posibilidades ya que va a abandonar la ciudad y la ribera del río, para Kiichi parece claro que se vinculará con éste y con el lodo. Su futuro es turbio y estancado como las aguas del Aki.
El segundo relato, por su parte, presenta una visión mucho más positiva del elemento; el río es vasto y fluye, y junto a él puede suceder una maravillosa visión: la contemplación de miles de luciérnagas al final de la primavera. Como el río, el protagonista vive, fluye hacia delante, hacia su propia madurez.
Con El río de las luciérnagas y Río de lodo Teru Miyamoto irrumpió en el panorama literario japonés con dos hermosos relatos sobre la pérdida, la infancia o la muerte. Temas que impregnan los relatos del volumen, mostrados sin crudeza pero sin endulzarse. Dos historias para disfrutar a sorbos. Muy recomendables.
Referencias
Teru Miyamoto, Río de luciérnagas (trad. Jesús Carlos Álvarez Crespo), Barcelona, Alfabia, 2015, 208 páginas.
La imagen de portada es cortesía de Ediciones Alfabia. La imagen de Teru Miyamoto está tomada de asianwiki.com. La imagen de las luciérnagas es de Mike Lewinsky | Flickr.