Apuntes sobre letras japonesas

Carteles japonesesYa de vuelta de vacaciones, y con la lectura de la poderosa y monumental Honrarás a tu padre (Honor Thy Father, 1971) de Gay Talese en su ecuador, ha caído en mis manos un libro de un autor japonés de larga trayectoria en su país pero que no ha sido traducido nunca  al español hasta este año (de la mano de la catalana Ediciones Alfabia): Kinshu. Tapiz de otoño de Teru Miyamoto (Kobe, 1947-). Del libro hablaré en otro momento; lo que me ha parecido interesante es, al buscar información sobre este autor, encontrar una (muy recomendable) entrevista en la que Miyamoto reflexiona sobre el tipo de literatura que se está escribiendo y publicando en su país.

En la entrevista, publicada el pasado mes de junio en El País, Teru Miyamoto habla de la infantilización de la literatura japonesa contemporánea. Pese a ser herederas de una tradición narrativa rica y compleja que se remonta a La historia de Genji (Genji Monogatari, s. XI) de Murasaki Shikibu, y que alcanzó su esplendor con nombres como Yasunari Kawabata, Soseki,Yukio Mishima, Dazai Osamu o Junichiro Tanizaki (entre otros), para el autor de Kobe las letras actuales japonesas son infantiles.

En este sentido, parece que a Miyamoto no le falta razón. En los últimos años ha proliferado en nuestro país la traducción y publicación de jóvenes (y no tan jóvenes) autores nipones que han impulsado la recepción y conocimiento de la literatura japonesa actual. Nombres como Banana Yoshimoto, Haruki Murakami, Ryu Murakami o Yoko Ogawa no le son desconocidos a los lectores españoles. Pero, ¿son esas novelas e historias «infantiles», como Miyamoto las califica? Al leer la entrevista recordé un reciente artículo publicado en el suplemento ABC Cultural sobre literatura japonesa, en el que se habla de un movimiento que recientemente parece estar inundando las letras niponas (y, por extensión, las mesas de novedades extranjeras de las librerías españolas). Se trata de lo que se ha denominado «Amor puro«, historias, según plantea Andrés Ibáñez en este artículo, «sentimentales, delicadas, llenas de ternura, protagonizadas por seres cuasi angelicales que nos hacen recordar ese resurgimiento del «amor angelical» del que habla Philippe Ariès en su Historia de la vida privada y que tuvo lugar en Europa a mediados del siglo XIX«. Dentro de esta corriente se encontrarían algunas obras de los últimos cachorros de las letras japonesas (Kyoichi Katayama, Takuji Ichikawa) y autores consagrados como Haruki Murakami con su última y esperada novela, 1Q84. La perífrasis de Ibañez lo que quiere plantear es que algunos escritores japoneses contemporáneos se están viendo arrastrados por un movimiento que ha convertido el concepto de lo cursi en obra narrativa.

La literatura japonesa nunca ha sido fácil, no sólo por la hipotética distancia cultural entre oriente y occidente, pero tampoco cursi. Los nipones son autores dados a la reflexión y a temas complejos como la muerte, la decadencia, la culpa o el dolor. Por ejemplo, la narrativa de Kenzaburo Oé es pedregosa y está teñida por las experiencias vitales de un autor marcado por la Segunda Guerra Mundial y por Hiroshima. Shusaku Endo es capaz de retratar experiencias espantosas con la frialdad de un cirujano y el lirismo de Kawabata esconde un universo perturbador. Entonces, si la tradición y las grandes figuras no han cedido al sentimentalismo, ¿por qué ahora las letras japonesas parecen estar cayendo en lo fácil?

Sin conocer de primera mano y de manera completa el panorama actual de las letras japonesas (en español sólo disponemos de las obras que nuestros editores consideran más interesantes (o económicamente beneficiosas) publicar), parece que la tendencia más aceptada en sus letras es fijar dos tipos de códigos en la narrativa contemporánea: el código del «amor puro» (con sus historias sentimentales de fácil digestión) y el de los «universos extraños» (narraciones donde más que la historia priman los personajes y situaciones extravagantes). Un verdadero problema si tenemos en cuenta que la mayoría de los lectores españoles tenemos un conocimiento incompleto de la literatura japonesa y, con esta llegada de obras de «amor puro» y «tramas extrañas», podemos caer en el error de pensar que éstas son las principales características de las letras niponas.

En Oriente hay, y habrá, mucho más.

Referencia

La imagen está en Flickr y es de iMorpheus.

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