Es un placer leer y ver el The New Yorker. Y gracias a Internet, los lectores españoles podemos disfrutar de este semanario norteamericano sin necesidad de buscar infructuosamente su edición en papel. Tan sólo un click y estamos ante uno de los semanarios más importantes de la historia del periodismo escrito, donde han colaborado grandes escritores y se han dado a conocer algunos relatos y poemas que hoy ya son clásicos.
Nacido en 1925, la imagen y el estilo del The New Yorker están ligados a un inconfundible «sabor a años 20», con un diseño «dandy» muy atractivo y deliberadamente personal. Éste es una de sus principales señas de identidad junto a su fidelidad a una tipografía, la Irvin, llamada así en honor a Rea Irvin (1881-1972), el primer editor de arte del semanario que, con sus diseños y tipografía, permitió encumbrar a esta publicación al Olimpo de los diseños.
Además de una factura y diseño prácticamente perfectos, The New Yorker se define por su contenido. Desde ensayos, reportajes o críticas hasta narraciones de ficción, donde el relato corto ha sido una de sus joyas de la corona. Un conglomerado que, bien escrito, bien diseñado y bien agitado, ha dado lugar a uno de los modelos de publicación más interesantes e innovadores. Una buena fusión de periodismo de calidad y literatura.
Unos colaboradores de libro
Aunque también recoge «ecos» de la sociedad de la capital norteamericana, The New Yorker se ha destacado por contar con grandísimos colaboradores de diversas disciplinas (cineastas, dibujantes o humoristas), periodistas y escritores de fuste, muchos de ellos galardonados con el Premio Pulitzer.
La lista de colaboradores casi marea: J. D. Salinger, Dorothy Parker, Truman Capote, Anne Sexton, Roald Dalh, Raymond Carver, John Cheever, Woody Allen, Julian Barnes, John Updike, Richard Yates, Haruki Murakami, Roberto Bolaño, Alice Munro…
Sometida a los actuales vaivenes de la edición periodística, que conjuga con equilibro la edición tradicional en papel con la digital, hoy es,tras más de ochenta años de vida, uno de los referentes del periodismo y la literatura. Un manera de «hacer las cosas» que tiene millones de adeptos en el mundo.
Larga vida al neoyorquino.