Leo en El País que el Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar los datos de producción editorial en España en 2010. Y, como muchos ya sospechaban, las conclusiones del análisis no son nada positivas para un país del que se decía que, en libros, produce mucho y lee poco.
No soy muy partidaria de los números y porcentajes para ilustrar unas valoraciones, aunque éstas sean bastante superficiales, pero creo que los datos que ofrece el INE hablan por sí solos:
– Tiradas más pequeñas. Se editó un 2,3% más de títulos pero la tirada media descendió un 29,7%, situándose en 1.734 ejemplares por título
– Menos libros. El número de ejemplares editados se redujo un 28,1% respecto al año anterior: el 44,2% de los títulos tuvieron una tirada de entre 1.000 y 1.999 ejemplares y sólo el 3,7% alcanzó tiradas superiores a los 5.000 ejemplares
– «Libros breves». El tamaño más habitual de los títulos se situó entre las 101 a 200 páginas (en el 29,5% del total). En 2010, además, se apreció un descenso del 34,8% en la edición de los volúmenes más extensos (de más de 1.000 páginas)
– La educación y los niños, en segundo plano. La edición de libros de texto descendió un 32,0% y las publicaciones para niños se redujeron un 11,6%.
No todo son datos negativos (por ejemplo, el 42,4 % de los títulos publicados pertenecen a la categoría «Literatura», lo cual demuestra la buena acogida de la ficción entre los lectores españoles) pero, en general, la sensación es bastante negativa.
Con una crisis llamando a la puerta de todos los sectores económicos de nuestro país, la fortaleza de la indutria editorial comienza a ponerse en duda. En este sentido, la ecuación de que, a menos ingresos, disminuye el consumo y los gastos «superfluos», ha afectado directamente a la edición y compra de libros.
Uno de los principales problemas derivados de esta situación es que las empresas editoriales, para asegurar su supervivencia y sus beneficios, apostarán durante este año (como hicieron en 2010) sólo por aquellos autores y títulos que supongan un «valor seguro».
Es perfectamente legítimo; no nos engañemos, las editoriales son también empresas.
Pero esto tiene unos efectos perversos en la edición. Por ejemplo, es probable que la apuesta por autores noveles o desconocidos sea meramente anecdótica. Y, además de esta falta de iniciativa, es plausible, como en años anteriores, que las editoriales no quieran apostar por el libro de bolsillo (unos 8 euros de media de precio) para salvaguardar las ventas de volúmenes más costosos (por ejemplo, novedades a 22 euros de media).
Los datos están ahí, para quien quiera interpretarlos. Al final, por desgracia, quienes pierden son las editoriales y los lectores.