Yukio Mishima (pseudónimo de Kimitake Hiraoka, 1925-1970) es uno de los escritores japoneses del siglo XX que ha logrado alcanzar la categoría de clásico junto a contemporáneos como Yasunari Kawabata, Yunichiro Tanizaki, Natsume Soseki, Ryunosuke Akutagawa u Osamu Dazai, entre otros.
Su azarosa vida y su especial sensibilidad dieron lugar a un singular testamento literario compuesto por ensayos, obras de teatro, libros de relatos, y novelas entre las que destacan Confesiones de una máscara (1948), El rumor del oleaje (1956) o su tetralogía El mar de la fertilidad (1964-1970, compuesta por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel ). Discípulo y amigo del escritor Yasunari Kawabata, durante su vida tuvo una extraña relación con la muerte y su propia sexualidad, y acabó suicidándose finalmente en 1970 mediante el ritual del seppuku.
En Koratai queremos recordar a este fascinante escritor con algunas de sus frases más célebres extraídas, en su mayoría de sus obras.
Frases de Yukio Mishima
La vida es un baile en un cráter de un volcán que en algún momento hará erupción.
Nadie puede dar el primer paso en la vida y experimentar inmediatamente una sensación de satisfacción.
Las emociones, en efecto, no siguen un orden fijo. Antes bien, y al igual que las partículas del éter, prefieren revolotear con libertad y flotar eternamente trémulas y cambiantes.
Una promesa es un concepto vago hasta el momento en que entra en juego el concepto de lealtad.
Amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo.
El sufrimiento verdadero llega siempre paulatinamente.
Las buenas maneras no presuponen la obediencia a la voluntad ajena.
La belleza de la ciudad era, ni más ni menos, la belleza de sus heridas.