Sed de amor (Ai no kawaki, 1950), la segunda novela de Yukio Mishima (1925-1970) tras su exitosa y polémica opera prima Confesiones de una máscara, es una obra, sin bien menor dentro de su producción literaria, que sigue la línea iniciada en su primera novela abordando obsesiones humanas que marcarán la narrativa del escritor japonés como son los celos, el odio y el deseo.
La protagonista de Sed de amor es Etsuko, una joven viuda que en el Japón de postguerra vive en casa de su suegro, Yakichi, protegida por éste. Poco a poco el relato nos va desvelando los secretos que se ocultan tras los personajes: Etsuko y su suegro mantienen relaciones sexuales, aunque ella se siente fuertemente atraída por un sirviente, Saburo. El triángulo se complica aún más cuando Etsuko descubre que Saburo está interesado por la criada de la casa, Miyo, a quien deja embarazada.
Sed de amor: el aspecto malsano y desolador del amor
A través de una narración en tercera persona que adopta el punto de vista de la protagonista, Mishima se centra en la composición de un personaje inestable y desequilibrado continuamente al borde del abismo. Desarraigada en un entorno al que no pertenece (el rural) y en una clase con la que no concuerda (la burguesía venida a menos), Etsuko representa la locura a la que pueden llevar las pasiones desmedidas como los celos. En un momento de la novela la imagen que se da de ella es casi la de un ente maléfico, una suerte de yokai femenino: «Lo que veían sus ojos cada vez que alzaba la vista desde el suelo no era una mujer, sino una especie de monstruo espiritual, una encarnación espiritual indefinible -odiando, sufriendo, sangrando o lanzando un grito de alegría-, nervios desnudos al descubierto«. En esta misma línea, destaca también la creación de una atmósfera insana y perturbadora que inunda la caracterización de los personajes y el desarrollo del relato, creando una novela de textura viscosa y opresiva.
Yukio Mishima explora el aspecto más malsano y desolador del amor, capaz de sacar lo peor de las simas del ser humano y ahogarlo en un torrente de confusos e inestables sentimientos encontrados. Su personaje protagonista es extremo en todos los aspectos, y sobre él deja caer una capa de nihilimo:
Ella deseaba una muerte lenta, gestada durante un dilatado espacio de tiempo, y no una muerte común, ordinaria. ¿No era, acaso, que buscaba en las profundidades de sus celos algo que le permitiese no tener que temer ese sentimiento nunca más? Tras ese sórdido anhelo, tan miserable como el apetito de carroña, ¿no se escondía un ferviente deseo de tenerlo todo para sí, un ansia sin fin ni propósito?
El personaje del suegro de Etsuko, Yakichi, es otro reflejo de una obscena manera de entender el amor: el amor como una enfermedad sin la cual no se puede sobrevivir que Mishima retrata con imágenes potentes: «Etsuko se había convertido en algo sin lo cual no podía vivir, algo imprescindible, como un pecado o un mal hábito. Etsuko era un hermoso eccema. Y Yakichi, a su edad, no podía vivir sin un eccema.»
Sed de amor es una obra menor que se ve afectada sin duda por la potente sombra que arrojó sobre ella el debut literario de Yukio Mishima. No obstante, se trata de una novela que asienta los temas que se convertirán en constante dentro de la obra del escritor nipón, y que se lee como una historia opresiva y asfixiante. El amor produce demonios. Demonios que devoran en vida.
Referencias
Yukio Mishima, Sed de amor (traducción de Ricardo Domingo), Madrid, Alianza Editorial, 2013, 238 páginas.