Nada más evocador y potente que las memorias de una infancia. Que una buena historia basada en nuestros recuerdos. Cerramos la boca y abrimos las orejas. Escuchar esas narraciones interesa. Está ahí el origen de quienes somos y de lo que nos ha moldeado para convertirnos en lo que somos. Lo sabe bien la escritora Maryse Condé (1937), fabuladora de su pasado y su niñez en Corazón que ríe, corazón que llora (Le coeur à rire et à pleurer. Souvenirs de mon enfance, 1999), un conjunto de diecisiete historias en las que la narradora antillana explora su infancia y juventud. A la luz de la hoguera y con la capacidad de encandilar al lector.
La niña Condé vive en la isla de Guadalupe, pertenece a una familia acomodada que se niega a hablar criollo, pero que cuando viaja a París descubre que los blancos la miran por encima del hombro. La mujer Condé mira con cierta ternura y sin condescendencia a la niña, y la acompaña en sus distintos descubrimientos: el primer amor, el desengaño, su propia negritud, la vocación literaria, el interés por la política o las contradicciones y sinsabores de estar vivo. Corazón que ríe, corazón que llora es un libro que palpita con buenas historias, enraizadas en el material vital de la escritora pero aderezadas con su talento narrativo. Es un placer leer a Condé, porque atrapa y deleita con su ficción pura basada en su propia vida.
Corazón que ríe, corazón que llora es también un libro sobre una mujer en continua transformación, que se examina y se reescribe conforme van sucediéndole cosas. Y qué cosas. Las memorias noveladas de Maryse Condé son luminosas y palpitantes, ofrecen al lector una mirada no idealizada que tiende a la universalidad más allá de las vivencias individuales de la escritora.
El libro recorre su vida y en el trayecto los lectores se reencuentran consigo mismos, evocan su niñez, sus padres, los primeros amores, las amistades, los conflictos con la familia, el nacimiento de la vocación y el querer ser individuo a toda costa.
Es especialmente hermoso el último tramo de la novela, en donde la joven Condé comienza a escribir, toma conciencia de sí misma, de lo que le hace feliz y mira hacia el futuro expectante por conocer a la mujer que se va a convertir. En definitiva, un libro que derriba fronteras con su brutal honestidad, repleto de pasajes maravillosos que encadenan al lector a una narración fluida y sencilla.
Maryse Condé, Corazón que ríe, corazón que llora (traducción de Martha Asunción Alonso), Madrid, Impedimenta, 2019, 170 páginas.