Hay autores que crecen en el tiempo. Escritores de escaso éxito en su época que lentamente, con el paso de los años, van adquiriendo el estatus que debieran haber tenido en vida. El olvido, en ocasiones, trae el descubrimiento y, con él, un deslumbrarse hacia lo que ha permanecido oculto inexplicablemente. La perspectiva y el conocimiento de lo que hubo y de lo que vino después son factores que ayudan a valorar en una dimensión más amplia alguno de estos autores que no consiguieron éxito en vida pero cuya obra resultó ser determinante. Uno de ellos es Chūya Nakahara (1907-1937), considerado por la crítica actual como uno de los más destacados poetas japoneses del siglo XX. Un autor que en su corta vida no contó con el reconocimiento de sus coetáneos, pese a renovar con su obra la tradicional y encorsetada poesía de principios de siglo XX.
Chūya Nakahara miró hacia fuera de Japón. Leyó obras y autores de corrientes literarias europeas y decidió prescindir de las formas estéticas más tradicionales. Su obra se llenó de ecos del Modernismo, Dadísmo o la poesía experimental. Moldeó y jugó a dar una nueva plasticidad a la poesía japonesa, dando lugar a una obra llena de melancolía, pesimismo y delicadas imágenes. A pesar de su temprana muerte a los treinta años, Chūya Nakahara escribió más de 350 poemas, de los que la editorial Satori ha publicado una selección en el volumen Abrazado a las estrellas, por primera vez en español, con traducción, selección y prólogo de David Taranco en una preciosa y cuidada edición.

Renovación poética, vivencias, melancolía
Hay autores cuya vida es determinante para apreciar en su totalidad su obra. En el caso de Nakahara, muchos de sus poemas, marcados por la tristeza y la melancolía, están influidos por acontecimientos vividos . En su mayoría, desgraciados y dolorosos, un halo que impregna el conjunto de Abrazado a las estrellas. Muertes como la de su hermano menor, Tsuguro, cuando Nakahara tenía apenas 8 años, lo movieron a componer poesía, si bien el fallecimiento en 1936 de su primer hijo, Fumiya, provocaron que el poeta se refugiara en la escritura como medio de mitigar el dolor ante la pérdida.
Abrazado a las estrellas recoge una selección de poemas en los que podemos rastrear esas vivencias, agrupados en secciones que abarcan distintas etapas de su producción poética: desde sus primeros poemas dadaístas, plenos de imágenes desconcertantes y nocturnas, que emergen de lo crepuscular y lo onírico, con ejemplos como el texto «La canción de la mañana», hasta los últimos textos póstumos, como el estremecedor «Yo sí lo sé».
También encontramos versos de oscuridad como los del poemario «Adolescencia», que ahonda en esa faceta pesimista y doliente del poeta que mencionábamos antes, con hermosos poemas como el palpitante y oscuro «Mi efigie en una noche fría» o agudas miradas hacia la belleza de la naturaleza, si bien siempre se palpa una manera pesimista de enfrentarse a la vida y constatar la finitud de las cosas.
Chūya Nakahara es un poeta que emociona con poemas llenos de imágenes de profunda melancolía y admiración hacia la belleza femenina y de la Naturaleza, poemas de ritmo y expresividad que buscaron renovar los usos literarios de la era Showa y que, con el paso de los años, han provocado admiración e interés entre la crítica y público. Con Abrazado a las estrellas Satori brinda al lector en español la oportunidad de conocer a uno de los más importantes poetas japoneses del siglo XX.
Ficha bibliográfica
Chūya Nakahara, Abrazado a las estrellas (traducción, selección y prólogo de David Taranco), Gijón, Satori, 2020, 182 páginas.