Por las costuras de Trieste rebosa literatura. Italo Svevo, Umberto Saba, Claudio Magris, Marisa Madieri, Boris Pahor, Giani y Carlo Stuparich, Gabrielle D’Annunzio, Rainer Maria Rilke, Eugenio Montale o James Joyce, por citar unos cuantos nombres, han sido algunos de sus ilustres habitantes. Pocas ciudades pueden presumir de haber tenido en tan poco espacio tanto talento. Y es que Trieste es una ciudad literaria y literaturizada, recreada por numerosos escritores, más que como un lugar físico, como un símbolo de una manera de ser y de enfrentarse al mundo.
Así lo hizo en su única novela, Mi Carso (Il Mio Carso, 1912), el escritor italiano Scipio Slataper (1888-1915), en la que dio estatus de sentimiento a una región como el Carso, situada al noroeste de Italia y muy cercana a la ciudad de Trieste.
En Mi Carso Scipio Slataper mezcla lo narrativo con la prosa poética, y tan pronto relata su infancia como incluye pensamientos de un lirismo desconcertante.
Se trata de una obra díficil de clasificar en cuanto a su género literario, ya que en ella confluyen la narración, el recuerdo o la prosa poética. Sin embargo, Slataper fue capaz de construir mediante el caos de géneros un discurso que recrea un espacio literario que precisamente requiere la complejidad narrativa para transmitir las aristas de una sociedad como la triestina en los inicios del siglo XX. Esta indeterminación narrativa obliga a una atenta lectura de un texto que había permanecido inédito en lengua castellana hasta 2013, fecha en la que la editorial Ardicia la recuperó con traducción de Pepa Linares.
Scipio Slataper dialoga con Triestre
Mi Carso es un libro compuesto por tres partes vertebradas por una sola voz, la de Slataper, que monologa consigo mismo acerca de su vida, impregnando el relato de reflexiones, anécdotas e incluso poemas que transmiten el fresco de la región donde nació y creció el escritor.
Son tres partes de una autobiografía lírica e impresionista que viaja desde la infancia hasta la madurez, en un ejercicio de autoafirmación y definición de un sentimiento y manera de ser. Slataper nos explica quién es mediante el relato de su vida y sus recuerdos, pero también muestra una mirada hacia la ciudad de Trieste, sus habitantes y la vida que bullía ante sus ojos para evocar cómo la ciudad también modelaba a sus habitantes. Era la vida de los trabajadores, de los transeuntes que iban de un lugar a otro en las calles de la ciudad, que el escritor observó con la voracidad de un animal que quiere morder a dentelladas lo que desea.
Mi Carso es un texto condensado y fragmentario sobre la experiencia personal y vital que nos vincula a una tierra, sobre esas raíces que se hunden en un entorno que nos define y alimenta. Scipio Slataper lo hace a través de la vida, de la realidad que lo circunda: «…las conversaciones sobre arte y literatura me aburren. Yo soy un poco ajeno a ese mundo de ellos, cosa que me entristece, aunque no sé dominarme. Me gusta más hablar con la gente normal e interesarme por sus intereses. Puede que toda mi vida sea una búsqueda vana de humanidad, pero la filosofía y el arte no me satisfacen ni me apasionan lo suficiente. La vida es más amplia, más rica.» En efecto, el texto refleja la vida tal y como la experimenta Slataper desde su bullente juventud, anhelante de nuevas experiencias y apasionada en todos sus aspectos.
La novela del escritor triestino es puro esqueleto, ideas engarzadas en un discurso con un punto en torno al cual gravitan, aunque descarnadas sin el papel aglutinador de un argumento o trama que lleve al lector de la mano. Así, mezcla Slataper lo narrativo con la prosa poética, y tan pronto relata su infancia como incluye pensamientos de un lirismo desconcertante («Criatura fresca, dentro del alma todo es esperanza de vida, como un bosque bajo la canícula. La hierba pequeña acaricia el tronco rugoso, temblando con la expectativa. La tierra murmura, el agua está cerca. Ved el agua, el agua fresca. Tú estás entre mis brazos, criatura.«)
Mi Carso es un libro que debe leerse con calma. El lector debe prepararse para asistir a una experiencia íntima que se narra con la pasión y a partir de los recuerdos que surgirían en una conversación. A veces entusiasmado, en ocasiones melancólico, Scipio Slataper, más que relatar, comparte un discurso de recuerdos y vivencias que deben leerse como vida y como literatura. Del «vosotros» inicial al que se dirige la narración en primera persona, Slataper va haciendo poco a poco partícipe al lector de su identidad y de su existencia, para involucrarlo en un «nosotros» final que introduce en ese un espacio mental en que se ha convertido el Carso que relata.
Referencias
Scipio Slataper, Mi Carso (prólogo Claudio Magris y traducción de Pepa Linares), Madrid, Ardicia, 2014, 134 páginas.
La imagen de la portada de Ardicia es del ilustrador Owen Gent. La foto de Scipio Slataper está tomada de Wikimedia Commons.