La belleza es un todo. Es quizá esta frase la que puede llegar a definir mejor la concepción poética de la haijin japonesa Chiyo (1703-1775), considerada como una de las autoras de haiku más destacadas en los siglos XVIII y XIX. En una época en la que la escritura era un quehacer habitualmente reservado a hombres, Chiyo representa no sólo una figura brillante y fuera de lo común para su época, sino también una de las más interesantes poetas de este género literario. Su obra es una celebración de la belleza como un todo que circunda al individuo, una visión literaria que la editorial asturiana Satori pone a nuestro alcance gracias a la recopilación de sus mejores haikus Violeta agreste, elaborada y traducida por el profesor y experto Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala.
Chiyo: una poeta, varias incógnitas
Como apunta Fernando Rodríguez-Izquierdo en su introducción al volumen de Satori, son muchas las incógnitas que rodean la vida de Chiyo. Desde la fecha de nacimiento hasta la autoría de algunos de los poemas que a ella se le han ido atribuyendo sin mucha seguridad, tampoco se sabe a ciencia cierta si estuvo casada o si fue monja budista en su edad madura, una hipótesis con la que el traductor sí que estaría de acuerdo.
Hija de un artesano montador de rollos colgantes decorativos, Chiyo escribió su primer poema con tan sólo seis años. Tal precocidad le llevó a atesorar hasta unos 1.700 haikus a lo largo de su vida. Se sabe que tuvo contacto con Shiko (1665-1731), uno de los diez famosos discípulos de Bashō, y también se tienen noticias de que aprendió del haijin Rogenbō. Su contacto con otros grandes poetas no cesó durante toda su vida.
Haikus de celebración de la vida y la belleza
Sobre su arte, Fernando Rodríguez-Izquierdo señala que de ella afirmó un contemporáneo suyo que «su estilo es puro, como jade blanco«. En este sentido, destaca el profesor y traductor la pureza de sentimientos humanos, expresados con sensibilidad y espíritu de observación en su obra. Y, en efecto, es eso lo que encontramos en la obra de Chiyo: haikus nacidos de una mirada atenta y sensible que ofrecen una visión pura acerca de la Naturaleza y la vida.
Entrando en el plano de lo formal, los haikus de Chiyo presentan una construcción clásica con una «situación objetiva» y la visión poética. En esa composición, las piezas vibran al ritmo de la Naturaleza e incluso de los azares del destino, en línea de la mentalidad zen. Porque, leyendo muchos de los poemas recogidos en la antología Violeta agreste, encontramos a una Chiyo que invita a conocer la Naturaleza y sumergirse en su belleza, con haikus que siguen el consejo de Bashō yoku mireba («si miras bien»). Se trata, por tanto, de ese espíritu de observación que destaca el profesor Fernando Rodríguez-Izquierdo, con ejemplos de delicada belleza como el haiku número 8 de la antología:
«Si a verlo vienes,
el bosque siempre alberga
calor de bosque.«
La Naturaleza, por tanto, es un deleite a nuestro alcance que sólo exige fijarse en él e involucrarse, para transmitir, en definitiva, una sutil celebración o contemplación de la vida, de lo nuevo, de los ciclos de regeneración de la Naturaleza: «Hierba reciente;/ ¡qué belleza, los potros/ echándose, y alzándose!»
El amor es otro de los temas habituales en la obra de Chiyo, con ejemplos delicados como los poemas «Pasión de una mujer:/ de profundas raíces,/ violeta agreste» u «Hojas de arce/ tiñen el monte a medias:/ amor a medias.»
Además de esta mirada hacia el mundo y su belleza, también encontramos en la recopilación de Satori haikus de factura clásica y, en algunas ocasiones, con un punto de vista femenino poco habitual en los poemarios de la época. El haiku «En apenas tres días/ no se te adapta el cuerpo/ un kimono enguantado» explora la mirada de Chiyo hacia adecuación entre la ropa y el cuerpo, mientras que otros poemas surgen de momentos de incertidumbre femenina como el número 11 de la antología, compuesto con ocasión de su boda: «Nunca se sabe/ si tendrá sabor áspero/ el primer kaki.»
La recopilación Violeta agreste ofrece la privilegiada oportunidad de acercarse a una de las poetas más interesantes del género, una figura brillante cuyo talento fue capaz de componer poemas de exhuberante belleza («La hojarasca y la fronda/ igualadas en rango:/ cae nieve en pétalos.«, «Revuelan grullas,/ cimeras como nubes./ Primer albor.«), y composiciones pictóricas y descriptivas de gran sugerencia («Cima tras cima,/ emerge la montaña:/ niebla primera.«) Los hay incluso que parecen dialogar con otras obras posteriores como el elegante haiku «Mariposas en vuelo:/ mientras ella pasea/ la preceden, la siguen«, con el que es inevitable recordar al personaje de Mauricio Babilonia de Cien años de soledad.
Chiyo, Violeta agreste (selección, traducción, introducción y notas de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala), Gijón, Satori, 2016, 155 páginas.
La imagen de portada es cortesía de la editorial Satori.