En ocasiones, la soledad y las dificultades nos enfrentan, más que a las adversidades, a nosotros mismos. Nos plantean un escenario en el cual debemos mirarnos cara a cara y ver las cosas en su completa inmensidad. Enfrentarnos a lo doloroso y llegar a conocernos mejor. Es lo que sucede a la protagonista de Territorio de luz (Hikari no ryobun), de Yuko Tsushima (1947-2016), una de las autoras japonesas más reconocidas y galardonadas de su época. En esta novela se narra el proceso de separación de una joven madre que se va a vivir a un luminoso piso en un edificio medio abandonado de Tokio, una especie de refugio en el que transcurrirá su vida cotidiana y su proceso de adaptación a su nueva realidad.
Yuko Tsushima (pseudónimo de Satoko Tsushima) publicó su novela por entregas entre 1978 y 1979 en la publicación Gunzō . Poco después Territorio de luz fue editada en forma de libro. Cada uno de los capítulos o entregas corresponden a los meses en los que la protagonista alquila el apartamento. Por este motivo, se trata de una novela de estructura muy fragmentada, sin hilo conductor aparente y cuajada de anécdotas y pensamientos de la protagonista, con un estilo casi impresionista. Fue su tercer libro publicado y el que le granjeó el reconocimiento mayoritario de público y crítica, recibiendo el galardón Noma en 1978, uno de los más prestigiosos de Japón.
Soledad y reconstrucción en Territorio de luz
Territorio de luz transita por el primer año en soledad, junto a su hija de dos años, de una mujer que acaba de separarse de su marido. Perdida, en proceso de reconstrucción, la narradora va pasando poco a poco de un estado de confusión y dependencia a un estado de cierta maduración en la que la maternidad, el trabajo y los miedos marcan su día a día. A su alrededor, una sociedad indiferente a la que los problemas de una joven madre soltera y trabajadora le son ajenos.
Quizá uno de los aciertos de la escritora japonesa al situar la mirada desde el punto de vista de la protagonista es no tanto plasmar la vivencia individual de una mujer separada y madre (el divorcio era un estigma social en su época y las madres solteras cuestionadas por su entorno), sino las vicisitudes de unos personajes con los que muchas mujeres podían identificarse gracias a la subjetividad que trenza la narración de la novela (la protagonista, incluso, carece de nombre y, por tanto, podría ser cualquier mujer japonesa de los 70). Basada en la propia experiencia de Yuko Tsushima, Territorio de luz ofrece una historia de anécdotas y momentos que hunde sus raíces en la autobiografía de la escritora, dando lugar a un estilo narrativo que se conoce como literatura del yo, del que el padre de Tsushima, Osamu Dazai, fue uno de los más destacados autores.
Sin embargo, Tsushima no construye un personaje idealizado con el que sea fácil empatizar. Durante las páginas de Territorio de luz asistimos a la recreación de una psique compleja y contradictoria. Una mujer en ocasiones perdida, dependiente emocionalmente de su ex marido, capaz de momentos en los que se describe un intenso amor por su hija («Mi hija corrió hacia mí entre grititos de alegría. A mí me flaqueaba el cuerpo y tuve que apoyarme en la pared para abrazarla. Su cuerpo me deslumbró. Brillaba. La luz que manaba de ella era tan intensa que no me permitía ver bien lo que había a su alrededor«) y momentos en los que su relación con la maternidad no siempre es sencilla («Yo nunca me paraba a pensar en lo que podía hacer para que mi hija durmiera plácidamente. Solo me preocupaba mi falta de sueño y cómo evitar que ella me despertara. Antes de dormir, empecé a beber más whisky de lo que mi cuerpo podía aguantar«). En definitiva, Yuko Tsushima compone un personaje complejo, contradictorio, una mirada hacia la maternidad imperfecta y las dificultades de la crianza.
Territorio de luz balancea con ingenio y delicadeza, armada con un estilo cálido y realista, por los claroscuros de las vidas de sus personajes, humanos en sus errores y sentimientos. Lo cotidiano se convierte en un espacio confuso por lo impredecible que puede ser en ocasiones, mostrando momentos de desolación y agotamiento y, también, destellos de luminosidad, una encrucijada en la que la protagonista va aprendiendo a seguir adelante de la mejor manera posible. Pequeños momentos, pequeñas cosas y, sobre todo, vivencias con su hijas que se convierten en simbólicos territorios de luz, en definitiva, que permiten aferrarse a un futuro más luminoso y seguro para las protagonistas.
Yuko Tsushima, Territorio de luz (traducción de Tana Oshima), Madrid, Impedimenta, 2020, 200 páginas.
Imagen de portada: «Ginzu» (2015), Fernanda Montoro