Una de las grandes satisfacciones que puede experimentar un lector es terminar un libro que le ha recomendado un amigo y coincidir totalmente con él en que leerlo merecía la pena. Es lo que acaba de ocurrirme con Brooklyn (2009), del escritor irlandés Colm Tóibín (1955), una sobria y, a la vez, emocionante historia sobre la nostalgia, la búsqueda de la identidad y el despertar a la madurez.
El protagonista absoluto de Brooklyn no es el célebre barrio neoyorquino que da nombre a la novela, sino Eilis Lacey, una joven irlandesa que se ve obligada a emigrar al pujante Estados Unidos de los años 50 al no encontrar trabajo en su ciudad natal, Enniscorthy, una localidad del sureste de Irlanda donde nació el propio Tóibín. Tras un penoso viaje en barco, llega al desconcertante y prometedor Brooklyn donde, ayudada por un sacerdote católico amigo de la familia, el padre Flood, comienza a trabajar como dependienta en unos almacenes, mientras que por las noches asiste a clases de contabilidad para encontrar un empleo mejor. Muy pronto la joven se sentirá afectada por la nostalgia (homesick, en el original), de la que poco a poco irá saliendo tras conocer a un fontanero de origen italiano, Tony, y comprender que su lugar ya no está en Irlanda. Sin embargo, una noticia inesperada le obligará a regresar a Enniscorthy y enfrentarse a varias decisiones que influirán en su futuro.
Brooklyn, ausencias e identidad según Colm Toibin
Quien busque en esta novela un retrato en sepia del Brooklyn de los años 50, no lo encontrará. Brooklyn es un libro sobre la nostalgia y los efectos de las ausencias pero, también, sobre personajes que intentan encontrar su lugar en el mundo. Como el propio escritor declaró en una entrevista publicada por el Washington Post, más que una topografía de la ciudad, Tóibín busca recrear la psicología de sus habitantes.
Así, uno de los aspectos más interesantes de Brooklyn es la composición del personaje protagonista, Eilis, que en manos de Tóibín es precisa y sobria, con una economía de medios que marcan el estilo de la narración y en el que se puede reconocer la influencia de Henry James —autor al que le dedicó la falsa biografía The Master (2004)—, del que toma el recurso de la narración de acción lineal y sencilla en la que los secretos y los conflictos de los personajes construyen la acción de la novela. Es por tanto Brooklyn una novela de detalles, en la que pensamientos y diálogos componen la atmósfera de la historia.
Esta atmósfera está teñida de las diversas ausencias que circundan el personaje de Eilis. En los primeros capítulos del libro queda patente que su tranquila vida familiar junto a su madre y su hermana Rose está marcada por la ausencia del padre, que en una pequeña comunidad como Enniscorthy se remarca de una manera sutil pero constante. Cuando Eilis emigra a Brooklyn, lejos del entorno familiar, la ausencia de la madre y la hermana sustituyen el recuerdo del padre e intensifican esa sensación de vacío. Y, posteriormente, cuando tiene que regresar repentinamente a su casa, la ausencia y la nostalgia se dirigen hacia Brooklyn y Tony.
Pero, al margen de los efectos de las ausencias, el principal conflicto de la protagonista es comprender su propia identidad. Eilis se sabe extraña en dos mundos: no es ni irlandesa ni americana. Está marcada por un destino fijado en su Irlanda natal, pero también se enfrenta a una época de cambios a los que debe adaptarse. No en vano la historia se sitúa en los años 50, una época de despertares sociales y políticos que sirve de telón de fondo del propio despertar a la madurez de la protagonista. Al mismo tiempo, nace la sociedad de consumo, los derechos civiles de los negros o la liberación femenina. En este sentido, Eilis representa a las mujeres que en los años 50 comenzaron a liberarse y buscar un mayor protagonismo en la machista sociedad de su época. Elvira Lindo va más allá y ve claro el paralelismo de la protagonista de Brooklyn con el personaje de Peggy Olson en la serie Mad Men, un «personaje humilde e inteligente que intenta labrarse un futuro en mundo ajeno«.
En Brooklyn también hay un cierto poso de resignación y nostalgia que nos conduce a una personal idea del destino. Al comenzar la novela, son los demás los que toman las decisiones por Eilis quien, poco a poco, toma las riendas de su vida, aunque al final el lector no tenga claro si la última y crucial decisión que toma no habrá estado empujada por las circunstancias. Eilis en realidad acepta su destino como le viene dado, adaptándose a él. Quizá por eso el final de la novela, si bien abrupto, resulta emocionante y casi lírico.
Brooklyn es, en definitiva, una interesante historia sobre inmigración y ausencias, sobre la identidad y destino que emociona a pesar de un estilo sobrio y casi seco. Muy recomendable.
Gracias a @scresposan por descubrirme este libro, por escucharme y aconsejarme tantas veces y por estar tan cerca en el Brooklyn real.
Ficha bibliográfica
Colm Tóibín, Brookyn (traducción Ana Andrés Lleó), Barcelona, Lumen, 2010, 256 páginas.
La imagen de Colm Tóibín la he tomado del diario The Guardian.