La literatura tiene el poderoso don de ser capaz de narrar hechos brutales y conseguir que el lector no sienta rechazo. Y de que, en ocasiones, quede fascinado por el componente casi lírico de situaciones, personajes y acontecimientos que en la vida real sólo hubieran conseguido provocar horror. El mar y veneno (Umi to Dokuyaku, 1958) del escritor japonés Shusaku Endo, es un ejemplo de esta capacidad. Su tema central, las atrocidades cometidas por médidos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, tiene una textura compleja y fascinante, en la que se entremezclan y exploran temas universales sobre un trasfondo de desolación, culpa y tristeza que convierten a esta novela en una de las mejores obras del siglo XX.
El mar y veneno: horror y culpa
El mar y veneno es un libro que juega con la perspectiva y la modulación de la implicación emocional del lector. Es fría y, a la vez, perturbadora. Tiene un lenguaje preciso y de gran economía, pero también es capaz de trasmitir todo tipo de sensaciones, desde horror hasta admiración. Es certero y, al mismo tiempo, abierto.
La estructura que plantea Endo gira en torno a los diversos puntos de vista de varios personajes que vivieron en primera persona contecimientos atroces: vivisecciones con prisioneros de guerra norteamericanos. Desde los jóvenes internos hasta los veteranos doctores del hospital de Fukuoka, pasando por las enfermeras, todos los protagonistas del relato de Endo tienen una motivación, una postura, una respuesta. Cada uno, complejo en sus matices, representa diferentes perspectivas ante actos reprobables. Un milimétrico análisis de los personajes que consigue no perderse en valoraciones ni juicios superfluos o innecesarios.
En este contexto, uno de los temas principales que subyacen en el desarrollo del libro es la culpa. Los personajes muestran en un mayor o menor grado su respuesta ante los hechos que se narran pero, según parece plantear Endo, todos, al consentir el crimen, son culpables. Algunos, como Shuguro, se verán abordados por sentimientos de culpa y remordimientos que los perseguirán durante toda su vida. Otros, sin embargo, verán en los experimentos un medio para medrar y ampliar sus conocimientos sin plantearse si los medios justifican los fines, como es el caso del equipo de doctores que lucha por dirigir el departamento del hospital. Experimentar, matar y aprender forman parte de la misma ecuación. Igual de sobrecogedora es la perspectiva de la enfermera jefe que, con su indiferencia, resulta tan aterradora como los demás médicos.
La lectura de El mar y veneno es intensa y emocional, pero se desarrolla de una manera contenida. Con un discurso ágil y cuidado, Endo ejemplifica un tipo de literatura oriental que, sin perder sus señas de identidad, conecta fácilmente con los gustos ocidentales.
El libro es un plato refinado y complejo que merece la pena degustarse poco a poco. Como toda gran obra, afecta e influye en su lector, que no vuelve a ser el mismo tras leerlo.
Shusaku Endo, El mar y veneno (traducción de David Favard), Ático de los libros, Barcelona, 2011, 208 páginas.