Ryunosuke Akutagawa fue un escritor perseguido por demonios interiores durante toda su vida. Ese «sombrío desasosiego» que formó parte de su convulsa vida finalmente lo empujó a cometer suicidio el 24 de julio de 1927, cuando tenía tan sólo treinta y cinco años, eligiendo como método la ingesta de veronal. Su amigo Kikuchi Kan, editor de la revista Bungei Shunju, decidió establecer un premio literario en su honor en 1935. Hoy en día es uno de los más prestigiosos del país.
Antes de morir Ryunosuke Akutagawa dejó una nota en la que reflexiona sobre los motivos que empujan a cometer suicidio. Una terrible manera de despedirse.
Nota de suicidio de Ryunosuke Akutagawa
«Probablemente nadie que intente el suicidio, como Reigner muestra en uno de sus cuentos, tiene clara conciencia de todos sus motivos. Los cuales generalmente son muy complejos. Por lo menos en mi caso está impulsado por una vaga sensación de ansiedad, una vaga sensación de ansiedad sobre mi propio futuro.
Aproximadamente en los últimos dos años, he pensado solo en la muerte, y con especial interés he leido un relato que trata sobre este proceso. Mientras el autor se refiere a esto en términos abstractos, yo seré lo mas concreto que pueda, incluso hasta el punto de sonar inhumano. En este punto yo estoy moralmente obligado a ser honesto. En cuanto al vago sentido de ansiedad respecto de mi futuro, creo que lo he analizado por completo en mi relato La vida de un loco, excepto por el factor social, llamemoslo la sombra del feudalismo, proyectada sobre mi vida. Esto lo omití a propósito, al no tener la certeza de poder clarificar realmente el contexto social en el cual viví.
Una vez tomada la decisión de suicidarme (yo no lo veo en la forma en que lo ven los occidentales, es decir como un pecado) me resolví por la forma menos dolorosa de llevarlo a cabo. Excluí, por razones prácticas y estéticas, la posibilidad de ahorcarme, dispararme un tiro, saltar al vacio u otras formas de suicidio. El uso de drogas me pareció el camino mas satisfactorio. Y por el lugar, tendría que ser mi propia casa, cualquiera sean los inconvenientes para mi familia. Como una suerte de trampolín, al igual que Kleist y Racine, pensé en la compañia de una amante o un amigo, pero habiendo elevado la autoconfianza, decidí seguir adelante solo. Y la última cosa a considerar, fue asegurarme una perfecta ejecución, sin el conocimiento de mi familia. Después de unos meses de preparación me convencí de la posibilidad de realizarlo.
Nosotros los humanos, siendo animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte, la así llamada vitalidad no es otra cosa que fuerza animal. Yo mismo soy uno de esos animales humanos. Mi sistema parece gradualmente haberse liberado de esa fuerza animal, teniendo en cuenta el poco interés que me queda por el alimento y las mujeres. El mundo en el que estoy ahora es uno de enfermedades nerviosas, lúcido y frío. La muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, encuentro la naturaleza mas hermosa que nunca, paradójico como suene. Yo he visto, amado, entendido mas que otros, en ésto tengo cierto grado de satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado.
P.D.: Leyendo la vida de Empédocles, me dí cuenta de cuán antiguo es el deseo de uno de convertirse en Dios. Esta carta, en cuanto a mi concierne, no intenta esto. Por el contrario, yo me considero uno de los hombres mas comunes. Tú debes recordar esos días, veinte años atrás, cuando discutimos «Empédocles sobre el Etna» bajo los árboles de tilo. En esos tiempos yo era uno de los que deseaba convertirse en Dios.