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Sangre, muerte, sadismo: ‘La condesa sangrienta’, de Alejandra Pizarnik

Son muchos los adjetivos que surgen tras la lectura de La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik. Macabra. Sádica. Cruel. Bella. La condensa sangrienta es un tratado sobre el horror y la belleza, sobre el sadismo que engendra placer y el espanto de disfrutar con la visión literaria de un terrorífico personaje que existió en la realidad. Una de esas lecturas que se marcan a fuego.

La argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972) realiza en esta peculiar nouvelle un retrato estremecedor de Erzébet Báthory (1560-1614), una aristócrata húngara que en el siglo XVII asesinó a 650 jóvenes para realizar sacrificios y bañarse en su sangre con el fin de prolongar su belleza y juventud. En 1606, alertadas por diversos informes sobre las macabras prácticas de la condesa, las autoridades finalmente ordenaron para ella prisión perpetua en su castillo.

Alejandra Pizarnik

La condesa sangrienta se publicó por primera vez en la revista Diálogos y en Testigo, siendo editado como libro en 1971. Su origen se encuentra en la lectura que Alejandra Pizarnik hizo de un relato sobre la condesa Erzébet Báthory de la escritora surrealista Valentine Penrose (1898-1978), La Comtesse Sanglante (1957), cuyo impacto parece que fue tan profundo que la propia escritora argentina elaboró su propia versión del relato. Inicialmente fue concebido como una «reseña» del libro de Penrose en la que la narradora argentina se centraría en los pasajes más intensos de La Comtesse Saglante, pero el resultado final fue mucho más allá. La visión de Alejandra Pinarnik se traduce en serie de poemas en prosa sobre la infamia y el horror, aunque podríamos ir más allá y encontrarnos con una particular visión sobre la locura de la creación. De este modo, el planteamiento, más que de un relato con una estructura narrativa, es el de un poema fragmentado en el que se narran escenas de muerte y tortura, todas ellas inmersas en un velo de horror y belleza macabra.

Ilustraciones de Santiago Caruso de 'La condesa sangrienta', de Alejandra Pizarnik

En este sentido, Alejandra Pizarnik no construye un personaje, sino que invoca el mal y la locura para componer un lienzo en blancos, rojos y negros donde la atmósfera malsana de las mazmorras del castillo de la condesa traspasan las páginas del libro y escupen al lector con las semblanzas de horror y muerte que se describen. El objetivo es sugerir el sinsentido y plasmar que la maldad del ser humano parece no tener límites:

Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa de Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible.

La condesa sangrienta se compone de once piezas en las que Pizarnik aborda momentos de sadismo, tortura y muerte, y cada uno está encabezado por versos o textos de poetas como R. Daumal, Rimbaud, Baudelaire o Artaud, entre otros. No sería la lectura de este libro editado por Libros de Zorro Rojo igual si no le acompañaran las bellas y perturbadoras ilustraciones del artista argentino Santiago Caruso (1982-), cuya obra no es tanto un complemento sino una mirada feroz y terrorífica del relato de Pizarnik en blanco, rojo y negro: los colores de la belleza, la muerte y la sangre, de la pureza, la locura y la oscuridad. Un relato perturbador, macabro y bello para amantes de la literatura que remueve las entrañas. Y, si pueden leerlo en esta edición, el disfrute es doble.

Referencias

Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta (ilustraciones de Santiago Caruso), Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2012, 60 páginas.

Las imágenes de las ilustraciones de Santiago Caruso están tomadas de la web del ilustrador.

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